"El feminicidio no es cosa de política"
Los asesinatos de mujeres vuelven nuevamente a ser tema en la agenda pública.
¿Quién tiene la culpa cuando hablamos de feminicidios? ¿Cómo garantizar la seguridad de las mujeres a corto plazo cuando ese delito representa un problema histórico?
Los asesinatos de mujeres vuelven nuevamente a ser tema en la agenda pública. Y no es porque se tenga un aumento de casos (aunque cifras indican que sí existe un incremento), sino porque los últimos crímenes resultaron tener elementos mediáticos: jóvenes estudiantes que fueron asesinadas de manera violenta y que se relacionan indirectamente con otros temas polémicos, como en el asesinato de Mariana Salas, en el cual se ha visto involucrada la plataforma Uber, cuyos detractores se están valiendo de esta situación para intentar sacarla del mercado.
Lo mismo pasa con los asesinatos en el Estado de México, donde la discusión no se centra en cómo ofrecer una completa seguridad a las mujeres mexiquenses, quienes permanecen en la parte más alta de las estadísticas de violencia de género. Lastimosamente, sobre el Estado de México se discute más si el PRI y sus gobernadores hacen o dejan de hacer, mientras los feminicidios pasan tristemente a un segundo plano.
Esto se reproduce en todo el país. Parece que como sociedad aún no podemos comprender la gravedad del feminicidio (o de plano no queremos), que se prefiere evadir el tema y que no estamos dispuestos a hacer lo que nos corresponde para evitar que las mujeres sean asesinadas por el simple hecho de ser mujeres.
¿Cuándo fue la última vez que nuestro presidente habló en un acto público sobre este tema? Eso demuestra que no existe una suficiente presión ciudadana que orille a nuestras autoridades a resolver esta problemática.
Y no es cosa de Uber ni de bares ni de calles oscuras... las mujeres son vulnerables desde el pensamiento colectivo. Para acabar con los feminicidios no bastan cámaras o sistemas de vigilancia si no estamos dispuestos a reconstruirnos desde el pensamiento. Esto no representa una “meta” gubernamental, política o ideológica... es una verdadera lucha humana.