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El otoño se prepara para marcharse y los adornos de temporada comienzan a lucirse en los escaparates de los comercios junto al consumismo de la época; cientos de gentes abarrotan los pasillos y las calles céntricas atraídas por la mercadotecnia que invita a la banalización mercantilista olvidando la crisis económica y los riesgos latentes a la salud.

Los números alarmantes siguen aumentando, las noticias cifran el millón y medio de fallecidos en el mundo y las naciones “desarrolladas” del capitalismo contemporáneo sufren una segunda o tercera ola que golpea en lo profundo de la realidad; la criminalización que se hace sobre el proletariado y los sectores oprimidos, culpándolos de su contagio y propagación, oculta las condiciones reales de vida y trabajo de millones de seres humanos; la exacerbación de la culpa individual recae en las colonias, barrios y poblaciones proletarias-populares, y si bien es necesario el cuidado colectivo, los trabajadores y las trabajadoras a diario se arriesgan manteniendo con su fuerza de trabajo activa la producción y luchando para sobrevivir y mantener sus empleos en condiciones de injusticia laboral agravadas.

El año comienza su declive y las instituciones públicas en México advierten sobre un inminente rebrote de Covid-19, el país ha rebasado las cien mil muertes y el millón de contagios, no resulta posible plantear un panorama a mediano plazo favorable, las displicencia gubernamental en todos sus niveles y las ya denunciadas condiciones adversas en las dependencias de salud, junto a las reaperturas económicas y la reactivación laboral de todos los sectores productivos, crean una suerte de campo minado que aprisiona a la clase obrera, los despidos, la reducción de sueldos, la violación de derechos laborales y sanitarios, la represión velada y abierta, las medidas punitivas favorecidas por un clima de disputa política entre los sectores burgueses, hacen del contexto un mapa desigual que se incrementa mientras se profundiza el deterioro de la economía y el bienestar social.

Durante la pandemia se incrementaron las violaciones a los derechos laborales, los despidos y la reducción de sueldos pusieron al proletariado en una situación de mayor vulnerabilidad; además del temor al contagio, se enfrenta el aumento de la precariedad. La explotación es disimulada con eufemismo que niega la injusticia, la nueva propuesta de reforma laboral de la Cuarta Transformación se anuncia como la eliminación del outsourcing a favor de los proletarios, pero en realidad es una medida regulatoria de control estatal y administrativo para cuidar la ganancia patronal, nada hay en ella que elimine el padecimiento de los trabajadores y trabajadoras; la explotación y la extracción de la riqueza generada con su fuerza de trabajo mediante el acaparamiento de la plusvalía siguen intactos.

En estos tiempos de pandemia es justamente cuando más se ha evidenciado la contradicción entre capital y trabajo, los estragos generados por el Covid-19 responden a la lógica del capitalismo y no únicamente a la letalidad del virus. La nueva normalidad dista mucho de renovar el panorama mexicano y el último mes de 2020 se inicia con grandes y profundas contradicciones y reclamos socialesque preparan el sendero para un 2021 por demás complejo.

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