Hablar del suicidio
El poder del pluma
Al entrar a la tercera década del siglo XXI sigue resultado difícil hablar del suicidio, aún se le considera un tabú que propicia temor, ya sea por el dolor que ocasiona o por la idea que supone que al hacerlo se provoca un aumento en su práctica; estos pensamientos forman parte de los mitos que a su alrededor existen y que impiden la profundización y comprensión del tema.
Estos mitos nos alejan de conocer y comprender las conductas suicidas y no contribuyen a reconocer la evidencia y su acrecentamiento entre la población. El suicidio es una realidad que va en aumento, ocupando uno de los primeros lugares de causa de muerte en la gran mayoría de los países del mundo, siendo únicamente desplazado por la violencia ocasionada por accidentes o la pobreza y el hambre, superando ya a las muertes por hechos de guerra. Según la tendencia reportada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se prevé un incremento de muertes por suicidio en la actualidad, más aún por las condiciones agravadas que vivimos a raíz de la pandemia de Covid-19. Tan sólo en Yucatán, durante la epidemia, se han reportado de manera oficial más de 200 suicidios. El contexto social, económico y cultural es de suma importancia, los datos muestran que la mayor cantidad de casos se presentan en personas que viven pobreza, marginación, explotación y violencia, condiciones que merman sus perspectivas hacia el futuro.
Las estadísticas indican que durante la pandemia se han registrado en Yucatán cuatro suicidios de niñas menores de edad y se han reportado diversos intentos de suicidio entre jóvenes en un rango de 15 a 19 años. Lo complejo del tratamiento, estudio e investigación del suicidio es por el hecho de que sus causas son multifactoriales, suele observarse más de un indicador en cada caso. Los sentimientos de desesperanza y depresión, junto a los problemas personales, laborales, afectivos, académicos y familiares aceleran estos comportamientos.
Al suicidio hay que nombrarlo y visibilizarlo, por doloroso que sea tanto para quienes han sufrido una pérdida como para la sociedad en general; la forma de ir saliendo de esta agravada situación es recociéndola e implementado medidas para resarcirla en lo individual y en lo colectivo. Implementar en los sistemas educativos la formación emocional junto a la científica serviría como defensa ante el suicidio, romper los mitos e instaurar una educación abierta que divulgue literatura científica sobre la cuestión, sus causas y formas de prevención, nos posibilitaría comprender un poco más sus dinámicas ocultas.
Requerimos entender al suicidio como un acto que acontece no necesariamente por impulso sino como resultado de un proceso pensado por largo tiempo, el suicidio suele ser una idea que subsiste durante un tiempo siendo analizada, desechada y retomada, es en muchos casos el último acto de una vida incompleta, infeliz y desesperanzada. Los mitos y creencias falsas necesariamente tienen que superarse y dar lugar al tratamiento informado y cada vez más especializado de un problema social e individual que nos lastima fuertemente en México y en el mundo.