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El despojo y la acumulación originaria guían las acciones de los intereses privados, sustentan la guerra de conquista desde tiempo atrás, en gran parte del mundo se repite el proyecto de saqueo e incesante agresión imperialista a la vida y la humanidad, las modificaciones a las leyes, los contratos concedidos desde el poder para dar legitimidad a la usura de tierras, territorios, materias primas y fuerza de trabajo, así como las falsas justificaciones con campañas mediáticas y toda una serie de acciones a favor de la privatización, acontecen mientras millones de seres humanos viven en extrema pobreza. Cientos de zonas naturales son destruidas por la explotación minera y petrolera, entre otras industrias, junto a los megaproyectos de la “modernidad y el desarrollo”, el mal llamado tren maya forma parte de estos proyectos de destrucción.

Ante estas evidencias y graves problemas humanos aún hay quienes hablan de que la época de las colonias y la subordinación de los países a intereses imperialistas ha terminado. La tierra y los recursos naturales que de ella emanan son la vida y debe defendérseles. En la lógica capitalista todo es mercancía, por ello, desde hace años que la tierra se vende, diferentes empresas se hacen millonarias comercializando el mayor recurso natural, se le quiere acabar de privatizar. Nuestra América es el campo de batalla de una guerra confeccionada para destruir todo el patrimonio de nuestros pueblos, y convertirlo en una mercancía más, a la cual accederemos pagando un doble precio: dinero y dignidad humana.

La acumulación que en este sistema impera destruye todas las formas naturales y sociales de existencia con tal de satisfacerse. La humanidad peligra, se le quiere fragmentar, hay quienes hacen de ella un acto corrupto de su propia naturaleza. La humanidad peligra porque se permite que se convierta en un producto más, se le consume en instantes, pero lejos de los fragmentos la humanidad está compuesta de la memoria que le hace reflexionar y valorar; salvar a la humanidad es el reconocimiento de su diversidad, del derecho natural de los pueblos originales sobre la tierra y el territorio: hoy necesitamos mucha más humanidad.

La subsunción real de la vida humana al capital está transitando hoy no sólo por formas más sofisticadas de apropiación de trabajo excedente y de difusión de la socialidad abstracta mercantil-capitalista, sino también por la subordinación de la naturaleza y de procesos biológicos que son constitutivos de la reproducción natural de la vida. Una nueva relación de la sociedad del capital con procesos biológico-naturales propios de las especies vivientes (animales, vegetales y humanos) está operando ante nuestros ojos.

El despojo no es un episodio cruel del pasado, pues, junto a la explotación del trabajo en la relación salarial, la acumulación por despojo es un momento constitutivo del capital: una tendencia inscrita en su ser como proceso de valorización fundado en la permanente y ampliada subordinación de trabajo vivo. En este proceso, que Carlos Marx se representaba con la imagen de una espiral ascendente, se recrea una y otra vez exponencialmente la misma historia contada en la narración de la “acumulación originaria”.

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