José Revueltas y la esperanza
El poder de la pluma
J osé Revueltas escribió poesía, pero pareciera que aún no comprendemos su razón, y es que aún hay quien duda que la poesía sea vida. Revueltas fue un ser irredento que incineró las prisiones con dignidad, vivió mientras moría y lo hizo entregado al ideal socialista. Melancólico y soñador revolucionó la literatura mexicana, innovó el pensamiento en tiempos de ortodoxia y se reveló ante sus propios dioses. Revueltas es poesía porque fue vida.
Siempre militó, eso se sabe, pero continúa incomodando. La vasta obra que legó incluye ensayos y reflexiones sobre la historia y la realidad nacional tales como México: una democracia bárbara; Ensayo sobre un proletariado sin cabeza; México 68: juventud y revolución; y Dialéctica de la conciencia, entre otros. Casi ninguno es leído en las academias, están satanizados, ¿y cómo no?, fueron pensados bajo la óptica del compromiso, pecado caro ante la pureza del saber. Los escritos agudos y provocadores de Revueltas aún padecen la censura, antes fueron prohibidos por los conservadores e incluso por el Partido Comunista Mexicano, ahora, se les ignora con delicadeza curricular. Durante su vida enfrentó las múltiples formas de censura, incluso la más terrible: la autocensura.
Revueltas cumplió 45 años de haber fallecido el 14 de abril de 1976, y si bien sus novelas como Los muros de agua;El luto humano;Los errores; El apando y otras, al igual que sus libros de cuentos Dios en la tierra y Dormir en tierra, entre otros, gozan de mayor divulgación así como sus poemas que circulan en nuevas ediciones (El propósito ciego), la lectura profunda de su obra sigue pendiente. No se trata de ponerlo en un pedestal, él solito se bajaría y lo reprocharía, se trata de perderle el miedo. Su deber con la Revolución fue permanente, no claudicó ni en su propio sepelio convertido en mitin por sus allegados. Pero la Revolución para el autor de propuestas teóricas como la “autogestión” y el “autogobierno” no se limita a la transformación de la sociedad, hay en su obra un carácter íntimo que permite mirar la sublevación interna que lo convulsionó durante su estancia en Los días terrenales, como los llamara.
Llegó al mundo envuelto en cenizas, escribió para no llorar y lloró alguna vez por lo que escribió, su carácter convulso generó estragos en su físico tanto o más que en el seno de las organizaciones a las que perteneció. Sin pensarlo, la imagen del “hombre nuevo” ronda su figura, él no la reivindica, pues se supo “impuro”, pero desapegado a la materialidad vivió entregado a la utopía y la esperanza.
Su disposición por defender la libertad lo llevó a participar en donde la ortodoxia no veía esperanza, al iniciarse el movimiento de 1968, sin dudarlo, se sumó como el más humilde compañero, postergó su vida personal para convertirse en el fervoroso acompañante de la juventud, y, ante la represión, escribió en su ensayo Gris es toda teoría desde la cárcel de Lecumberri: “Nos persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas [...] Ellos persiguen toda dicha. Ellos están muertos y nos matan. Nos matan los muertos. Por eso viviremos”. Revueltas revive cada vez que ejercemos el compromiso de sentir el sufrimiento de los condenados y desposeídos del mundo como algo nuestro.