Humanizar la existencia
Cristóbal León Campos: Humanizar la existencia
Entramos al último cuatrimestre del año y es un buen momento para comenzar a proyectar el camino que consideramos necesario para alcanzar el desarrollo humano que anhelamos haciendo una introspección de lo que hemos afrontado en términos mentales y emocionales, ya que el contexto global continúa por demás complejo, debido a que la propagación del Covid-19 mantiene su paso afectando a millones de vidas humanas, esto, aunado a la crisis sistémica del capitalismo que impacta la economía reduciendo las posibilidades de vida, la precarización y la explotación laboral se han incrementado, arrojando a la desesperanza a quienes no encuentran un porqué de la existencia y ante la falta de un proyecto social común en el imaginario social general.
Es de suma importancia no banalizar el impacto mental que tienen los factores externos en cada ser humano, la pobreza, el retraso educativo, las guerras, la pandemia, el desempleo y la violencia estructural, son solo algunos de esos factores que deben ser mirados de manera conjunta para poder caracterizar aquello a lo que nos enfrentamos como sociedad, pero también, debe reconocerse que cada uno esos agentes externos pueden actuar de forma diferenciada en el psique individual de los seres humanos, y esto no reduce su impacto en la masa o colectivo, pero sí hace todavía más complejo el análisis y el desarrollo de medidas para evitar mayores afectaciones individuales y sociales.
Todos los seres humanos, en mayor o menor medida, afrontamos un desgaste emocional provocado por la pandemia y otros problemas, aunque desde luego, existen claras diferencias en las condiciones de vida de quienes pertenecen a la clase trabajadora y a los sectores populares y quienes gozan de posiciones privilegiadas y acomodadas tanto material como económicamente, y si bien las emociones, los trastornos y las condiciones mentales pueden registrarse en uno u otro sector, no es justo ni humanamente correcto obviar que el daño exacerbado se ubica entre quienes menos poseen, y como ejemplo pueden revisarse los incrementos en los índices de suicidio y de las nuevas manifestaciones psicoemocionales que ameritan urgente atención.
Afrontar el reto agudizado de la salud y el bienestar humano no se limita tan solo a exigir más presupuesto o cuestionar la política pública, requiere desde nuestro punto de vista, un replanteamiento de toda la lógica interpretativa de la vida, la sociedad y la propia humanidad. Transformar las condiciones de vida materiales de millones de seres humanos desposeídos es urgente y esto sería la base estructural de una nueva realidad, pero no es posible relegar la atención de aspectos subjetivos que se expresan individualmente, el suicidio es nuevamente un claro ejemplo, pues si bien hemos afirmado que su incremento se registra mayormente entre la población que vive en condiciones de pobreza y marginación, no se puede dejar de lado que al interior de los sectores acomodados económicamente de igual forma se registran estos actos, además, existen casos con una clara presencia de patologías internas de la persona que van más allá de los factores externos.
La “nueva normalidad” debe replantearse dejando la lógica acumulativa de riqueza a un lado, ponderando el desarrollo material y espiritual, reconociendo los procesos individuales y colectivos, tanto mentales como afectivos, con el fin de humanizar la existencia.