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La advertencia es muy clara, Europa enfrenta una cuarta ola de Covid-19 y algunos analistas pronostican en breve el inicio de un embate más, el llamado “viejo continente” es nuevamente el epicentro global de la pandemia, quedando demostrado por enésima vez durante estos casi dos años de crisis sanitaria que nunca la lógica de mercado ha estado ni estará ligada a la protección y salvaguarda de la vida humana, las protestas de grupos conservadores contra las medidas de cuidado, la vacunación, las cuarentenas y demás recursos de control que se han implementado en todo el mundo para intentar paliar este mal, solo muestran los altos grados de oscurantismo que aún perviven en las sociedades “modernas”, algo que no se ha visto con tal fuerza en otras regiones y continentes, es decir, la debacle de la era hasta ahora actual y el surgimiento de la nueva acontece justamente en donde alguna vez celebraran “el triunfo de la civilización”.

La crisis que vivimos no se debe únicamente a la pandemia, ya esto se ha señalado en varias ocasiones, estamos en un proceso de reacomodo de las fuerzas y los ciclos económicos capitalistas, y en medio de una serie de disputas interburguesas a niveles nacional e internacional, el fin de la hegemonía del imperialismo estadunidense ha entrado en una clara fase pre-final, que con el tiempo evidenciará ser la antesala de la hecatombe del que fuera nombrado “el imperio más poderoso de la historia de la humanidad”. Y estas no son elucubraciones cualquiera, son señalamientos de una serie de advertencias dichas antes, durante y en estos tiempos de tránsito entre pandemia y “nueva normalidad”, o nos replanteamos toda la lógica de la existencia humana o seremos testigos y partícipes del inicio de un fin anunciado con todas las formas y medios posibles.

La reapertura de mercados, el cambio de color en los semáforos epidemiológicos, las propagandas oficiales y los discursos encubridores del poder, son complementos de una tragedia auto-infligida, pues mientras se siga ponderando más la ganancia que la vida, el resultado siempre será la condena a una existencia precaria. Muy claro quedó desde los primeros meses que los millones de proletarios y proletarias en el mundo estaban y están expuestos y expuestas ante el SARS-CoV-2 y todo tipo de virus, esto, debido a que la valoración de la existencia se tasó hace tiempo con medidas económicas y no con parámetros humanos, la desvalorización de la humanidad ahora pasa la factura con muy altos intereses y si mantenemos las estructuras actuales del capitalismo, no tendremos forma de pagar, más que con la vida misma de quienes habitamos este mundo.

La superación de la actual crisis amerita la suplantación de las formas de sociedad desiguales que ahora conocemos y padecemos, tal y como advirtiera Fidel Castro en su discurso durante la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en 1992, es necesario: “menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente […] Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre”.

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