Guerra mundial
El poder de la pluma
El año pasado se hablaba del probable inicio de una guerra entre países, pero no ocurrió hasta hoy, cuando una tercera guerra mundial ha hecho que el mundo se enfrente a un enemigo común, una partícula sin vida, una capa de proteínas, un virus. Pero ahora los ejércitos no usan rifles ni tanques, portan estetoscopios y cubrebocas. No les llaman soldados sino enfermeras/os, médicos, ¡personal de salud!
Estamos en una guerra y se le pide a los civiles que se escondan, pues el bombardeo está por doquier. Le aseguro que si usted pudiera ver las bombas y su daño se horrorizaría y buscaría refugio, pero las balas son tan diminutas que ni con un microscopio común las llegaría a ver. México está siendo bombardeado por el coronavirus que nos declaró la guerra y, para evitar las bajas, el ejército blanco les implora: quédense en casa. Las guerras son tiempos de héroes y en estos días lo es tanto el que trabaja en un hospital como el que no sale del hogar. Las redes sociales dicen que estamos ganando, pero es mentira. ¡El enemigo está entre nosotros! Y de 300 pacientes pasamos a 500 y miles de casos sospechosos sin confirmar porque ya no hay pruebas, así que se decidió realizar un muestreo del 10% de los probables enfermos, tenemos más de los que dicen.
Esta guerra está cobrando vidas. ¡No es justo! Pero tampoco lo es no tomar en serio las alertas, generar pánico desinformado, no acatar las normas… Te han dicho ¡quédate en casa!, pero sigues yendo al cine y por eso los cancelaron, a los restaurantes y por eso ahora cierran temprano; ¿eres aliado o enemigo?
La magia la encontraremos en generar redes de apoyo, tomemos esa solidaridad mexicana y no compremos medicamentos innecesarios, reprendamos y señalemos al que no se cuida, pues ese es foco de infección para todos, donemos cubrebocas al personal de salud, motivémoslo a seguir dando su esfuerzo sin discriminarlos, pues, así como tú tienes miedo, también nosotros, pero nos enfrentamos a él.
La batalla tiene un objetivo: nunca llegar a una tercera fase, el estado de emergencia, camino al que vamos si no trabajamos juntos. ¿Y qué nos corresponde para el futuro? Abrir los ojos, observar cómo el pensamiento populista hunde barcos, que la muerte no distingue cuentas de bancos, que los niños han perdido su imaginación, que prevenir es mejor que lamentar, que se gasta más en vanidad que en salud y que este sistema está totalmente abandonado y que pese a los bajos salarios y falta de insumos, hay gente que lo saca adelante.
El enemigo llegó para dañarnos, pero también para obligarnos a abrir los ojos ante un planeta que poco a poco se recupera de la contaminación. La guerra nos orilló a convertimos en animales enjaulados, a ver que idolatramos a deportistas y artistas, falsos héroes que nada dan para la humanidad, descubrimos que hemos olvidado cómo se trata a un padre o a una madre y, lo más importante, nos ha demostrado cómo también nosotros podemos convertirnos en un virus peor que el Covid, depredador de valores, de familias, del mundo.