¡Habemus vacuna!
El poder de la pluma
No sé qué me ha pasado, qué clase de rayo me ha caído, pero acabo de terminar de escribir un artículo muy distinto a éste en donde hablaba de las calamidades de esta guerra contra el coronavirus a la cual aún no le había visto un final, pero decidí borrarlo. Si bien las estadísticas son alarmantes, he abierto los ojos y veo una luz al final del túnel; siempre ha estado ahí, pero nos hemos entretenido en el pesimismo quedando ciegos. Hoy ha llegado ese día para recordar que la vacuna no tiene que ser creada, existe, aunque la tenemos que aprender a aplicar. Esta vacuna es la magia más grande de todas: el amor, pero no el de novios o el de familia, pues ése es muy sencillo, el amor más difícil viene entre desconocidos, entre los odiados, no conoce de política, razas ni fronteras y es hoy un gran día de júbilo para este amor, pues se celebra a su mayor expositor.
Sin importar la religión, se sabe que Jesucristo, un hombre de Nazaret, hace dos mil años dio la vida por amor a desconocidos y, para los que profesamos la fe católica, hoy es el día de recordar que Jesús está vivo, que con amor venció a la muerte y está presente entre nosotros tendiéndonos la mano para salir de las frustraciones y miedos, porque no hay mejor manera de ganarle a la ansiedad causada por el Covid que con Él.
¿Y cómo el amor va a salvarnos? Ésta no es una metáfora, es la solución que en todos los países se ha buscado pero con un nombre equivocado. Recordemos que el contagio del Covid es por medio de los fluidos corporales y que la mayoría de los enfermos son portadores, no tienen síntomas, por eso se propaga tanto. Muchos pecamos de ignorantes al pensar que estamos sanos y que no tenemos el virus, sin considerar que podríamos estar portándolo y con ello matar a nuestros seres queridos. Lamento la crudeza, pero tenemos que afrontar la realidad. Nos han dicho: ¡Quédate en casa! ¡Usa cubrebocas! Y muchos responden: “No me molesta enfermarme, nada me va a pasar”. Esa gente ignorante es la que carece de amor. Todos esos que salen a la calle para hacer cosas no relevantes, los que están haciendo ejercicio al aire libre, los que no guardan “Susana distancia” y ni qué decir los que atacan al personal de salud, todos ellos no tienen amor. Usar cubrebocas no evita que te contagies, es para no contagiar a otros y, por supuesto, no salir a la calle tampoco es para que no te dé coronavirus, es para que, si tú eres portador, aunque no tengas síntomas, tampoco lo propagues.
Cuando entendamos que se requiere mucho amor para vencer la desesperación y no salir en casa, cuando a todos nos nazca el amor por cuidar de otros al usar cubrebocas, cuando apoyemos al sistema de salud evitando consultar si no es necesario, ese día acabaremos con la pandemia. Él ya lo dejó claro: “Que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Estoy seguro que con amor venceremos; predica y contagia amor, ese sí es un virus del que me quiero contagiar y una vacuna que me quiero aplicar.