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¿Qué pasaría si cada uno de nosotros hiciera lo que nos corresponde hacer día tras día, momento a momento? Maricarmen, mi prometida, siempre me reprocha lo mismo, réplica que me pide favores y tardo en hacerlos y por eso luego los olvido, lo mismo decía mi mamá y estoy seguro que tienen razón.

Quizá algo parecido le pasa a muchos fuera de sus casas o hasta en ella misma como a mí, somos lo suficientemente desidiosos como para no hacer lo que nos toca en el momento en que deberíamos llevarlo a cabo y, por lo mismo, cuando nos decidimos, lo realizamos a la carrera, de último y por tanto mal hecho. Quizá también ésta sea la verdadera causa por la cual el coronavirus pegó con tanta fuerza a nuestro país; vivimos con la desidia permanente de dejar las cosas para lo último generando grandes colas, no sabiendo ser ordenados ni llevar adecuadamente hasta el protocolo más simple como por ejemplo lavar o tirar de inmediato nuestra ropa al bote de ropa sucia apenas llegamos a casa, recordemos que nuestra ropa muy probablemente ya está contaminada con covid al andar fuera de casa y no debería entrar. Es una de las maneras más comunes de contagio.

La desidia nos ha vuelto débiles, bastante laxos con las medidas preventivas para evitar un rebrote. De hecho, por fuentes fidedignas me enteré que el gobierno espera un rebrote para enero, no es secreto, también su servidor por este medio lo ha anticipado. Día a día los casos aumentan pero la vida vuelve a la normalidad bajo el mal comprendido pensamiento de que hay que aprender a vivir con el virus. Ojo, una cosa es aprender a vivir con él y tomar todas las medidas cautelares para evitarlo y otra es ser imprudente saliendo como si nada a la calle porque si me da covid y me muero pues de algo me tenía que morir.

Tampoco falta el burro, aunque pobre animal, no se tiene la culpa de que lo compare con los cabeza hueca que ya ven las muertes por covid como algo cotidiano. Hace menos de un año la gente moría por otras causas y muchos de los que ya no están tenían planes para esta navidad, pero ahora, por la gente desidiosa, los curiosos y todos esos que creen que lo peor ya pasó, lo verdaderamente peor va a llegar.

Agradezco, por tanto, a cada una de las personas que aún tienen miedo y no lo demuestran pero sí se cuidan, a los que no quieren que la curva de nuevo crezca, los que aún permiten que sus colaboradores trabajen en casa, los que siguen comprendiendo la necesidad de limitar horarios y los que no se quejan de los protocolos como tanto he visto en el hospital donde trabajo. La pandemia aún no acaba y estamos muy lejos de que eso ocurra, la esperanza de la vacuna es eso, esperanza, no una realidad. Vivamos de las realidades y no de las esperanzas y trabajemos por vencer nuestra desidia.

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