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Me llegó un video que usa la tienda IKEA como promoción, en el cual se ven varias familias disfrutando de sus cenas de Navidad y como es costumbre ahora, todos con su teléfono en mano dividiendo su atención entre los mensajes que reciben y la plática.

Se escucha una voz que propone un juego de preguntas a cada familia, la voz empieza haciendo preguntas que tienen que ver con las redes sociales y todas las personas a las que les toca responder lo hacen rápidamente demostrando un gran conocimiento.

De pronto, las preguntas cambian y empiezan a ser personales, como ¿Cuál es el color preferido de tu abuelito? ¿Qué película le gusta a tu tía? ¿Cómo se conocieron tus papás? y nadie sabe las respuestas, por lo que al darse cuenta, todos dejan sus teléfonos a un lado y comienzan una verdadera conversación.

Diciembre puede ser un mes para la reflexión, un mes para regalarnos tiempo, para conocernos mejor y no solo a los demás, sino también a nosotros mismos porque si nos hacemos esas mismas preguntas, a veces, no sabemos las respuestas.

En lugar de correr por los centros comerciales buscando el regalo perfecto, demos a nuestras familias el regalo de nuestra atención, de nuestro interés y de nuestra conversación.

Todos necesitamos que nos escuchen, que nos conozcan y que nos acepten. Que mejor regalo que una temporada en familia, que mejor regalo que tiempo que es lo que ahora nunca tenemos.

Hemos perdido la dirección o el sentido de la vida, nos despertamos y pasamos el día corriendo de una cita a otra de una clase a otra, contestando mensajes en los tiempos muertos y cuando llega la noche estamos tan cansados que nos acostamos a dormir.

Se nos olvida que la manera de definir qué cosas son importantes para nosotros, es a través de cuánto tiempo les dedicamos y si sumamos el tiempo que dedicamos a cada persona a cada actividad seguramente descubriremos que lo más importante es nuestro teléfono que se lleva, en el mejor de los casos, tres horas de cada día.

Pongamos nuestros teléfonos aparte por un tiempo cada día, privilegiemos la conversación, pero una conversación verdadera, que nos lleve a conocer los gustos y los intereses de nuestros hijos, de nuestros padres y amigos.

Una conversación que deje al descubierto nuestros valores, que les permita a los otros conocernos y a nosotros aprender de los demás. Una plática abierta, con aceptación, amor y con verdadero interés y no con prisa o con juicios.

Hay que abrir nuestros corazones y para hacerlo es necesario entender que hay un momento para todo, un momento para navegar en las redes, un momento para trabajar y el momento más importante, el de estar en familia, para escuchar, conocer y compartir, para festejar que estamos juntos y para entender el sentido y significado de estas fechas que, nos lleva a convivir y agradecer las bendiciones recibidas en el año.

Regálate y regala una Navidad diferente.

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