|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

“Jingle bells, jingle bells, rock, snowing and blowing…“, se escucha en los supermercados en estas fechas, lo cantan unos pequeños vestidos de camisa roja, con pantalón de mezclilla y un gorro de Santa en la cabeza. Hay de todas las edades, desde pre-adolescentes, pero también de unos dos o tres años; cuesta saber su edad exacta porque su estilo de vida no les permite desarrollarse como debería de ser.

Hay unas cuantas monedas en el pequeño cubo que se encuentra a sus pies, ellos bailan para que la gente les regale un poco de dinero, tal vez así Santa pueda llegar este año, aunque sea para unos cuantos.

Cuando los escucho cantar, no puedo evitar recordar la dicha que he tenido porque cada año me he dirigido al árbol decidida a rasgar el papel y encontrar debajo de él el regalo que mis Santa y mis padres han comprado para mí, ¿pero qué hay de los demás?

Si algo he entendido en estos años es que no para todos llega ese señor al que le gusta vestirse de rojo, no todos tienen “duendecillos” preparando sus regalos para que lleguen a tiempo, no todos están en la lista de direcciones que siguen Rodolfo el reno y su séquito.

A lo largo del tiempo y a diferencia de mis padres, he desarrollado un gusto por ir a los centros comerciales en estas fechas, me gusta ver a los niños saliendo con caras sonrientes porque han conseguido el regalo que han deseado los últimos meses, me gusta ver las flores rojas adornando los pasillos y escuchar Carol of the bells inundar el lugar una y otra vez.

Me gusta ver el ir y venir de las personas comprando los ingredientes para preparar la cena con la cual recibir a sus familias.

Sin embargo, a pesar de que estoy segura de que es una de las épocas más bonitas del año, a veces me gustaría ver que todos nos convirtiéramos en Santa, que todos fuésemos a comprar un regalo para brindárselo a quienes no han tenido tanta suerte y que seguro serían felices con aquel muñeco que a nosotros no nos ha parecido atractivo, que jugarían hasta el cansancio con el balón que un simple mortal jugando a ser Santa les ha dejado debajo del árbol, de aquellos que disfrutarían de esa comida que alguien ha preparado, porque es en esos pequeños detalles donde se encuentra la Navidad y, a pesar de que nos hayamos portado mal, hacen sonreír a Santa desde el Polo norte.

Lo más leído

skeleton





skeleton