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Hace unos días, Ana Míriam Ferráez, diputada de Morena en Veracruz, propuso un toque de queda que consistiría en que las mujeres no salgamos después de las 10 de la noche, para así evitar que el número de feminicidios en el país (donde se cometen aproximadamente dos al día) siga creciendo.

Al leer la noticia, inmediatamente pensé que era solamente ella la que consideraría esa propuesta como algo prudente y correcto y que no podría haber nadie más con ideales de ese tipo; sin embargo, pronto me di cuenta de lo equivocada que estaba: miles de personas piensan igual que ella, y no las culpo de manera plena, porque la realidad es que vivimos en una sociedad inmersa en la violencia y en donde el maltrato a la mujer y el hombre son normalizados e incluso muchas veces, aceptados.

Más de una vez, cuando salgo a cenar con mis amigas, mis padres me han marcado a las 10:30 de la noche preguntándome dónde estoy; no los culpo, los encabezados de los periódicos retratan lo urgida que está la sociedad de un cambio, hay decenas de mujeres muertas violentamente en el país durante el año y tres niños mueren a diario de la misma forma, pero no parece a nadie importarle.

Agustina fue enterrada viva, pero no parece a nadie importarle. Hay personas que piensan que un cuerpo que no es el suyo les pertenece, y lo utilizan y lo exhiben, pero no parece a nadie importarle.

“Nacimos y morimos tiranizados”, dice Delio Moreno Cantón (quien parece entender el sentir de la sociedad del siglo XXI, de una forma que es de admirar) en su libro El sargento primero, donde retrata la vida diaria de una familia de la “clase media” en la Mérida de 1905.

Y aunque han pasado más de 100 años de la publicación de aquella historia, es sorprendente la vigencia que aquella frase que el autor puso en boca de la protagonista.

Sigue tan vigente, que la sociedad continúa viviendo envuelta en esa violencia que no se termina, aunque haya pasado un siglo.

Ojalá algún día se pueda hacer entender a todos que la muerte violenta de una persona nunca será culpa de la víctima, simplemente porque nadie tiene derecho a tomar algo que no le pertenece, incluso aunque esté fuera de casa a las 10:01 de la noche.

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