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Algunas de las personas con las que construimos historias a lo largo de nuestra vida llegan, pero no se quedan; unas se van sin dejar mayor rastro que un adiós dicho en el silencio, pero otras se van llevándose consigo un poco de nosotros y de lo que somos. Muchas veces, al inicio del proceso de despedida, no estamos dispuestos a soltar a aquellos que están tratando de quitarnos, quizá porque no queremos que se vayan o porque tenemos miedo de sentirnos incompletos, pero cualquiera de las dos puede mantenernos azules por más tiempo del necesario.

Desde pequeña me habían dicho que perdonar es uno de esos actos esenciales para poder vivir como debe ser, sin rencores, enojos o tristezas, por eso siempre me había esforzado en perdonar las malas acciones en un tiempo corto, hasta que unos años después pude entender un poco mejor las cosas. Sé que el perdón es una fórmula esencial para dejar y seguir adelante; sin embargo, muchas veces se espera que nos curemos en un par de días, porque, como he dicho, siempre se piensa que eso hacen las buenas personas. Pero no, no es así porque no es tan fácil. Perdonar a las personas que nos han hecho daño nos puede tomar tiempo, y no está mal.

El proceso de cura lleva tiempo, y algunas veces más del que nos hubiera gustado, lo sabemos porque seguimos sintiendo en el estómago como si bajáramos de la cumbre de la montaña rusa cada vez que recordamos el nombre de la persona que fue la causante de las ilusiones, el corazón roto o la amistad fallida. El proceso de cura puede ser un tanto tedioso y doloroso, pero no debemos permitir que nadie nos diga cuándo es hora de seguir adelante, debemos tomar el tiempo necesario para curarnos; después viene el perdón.

No debemos adelantarnos si no estamos listos, ahora he comprendido que el tiempo que pase será esencial para encontrar lo que estamos buscando, aquellas cosas que nos harán bien, que nos harán reconstruir lo que habían dejado en ruinas. Las personas que se han ido y han instalado en nosotros algún dejo de tristeza deben irse trasladando lentamente a aquel lugar donde guardamos las cosas a las que nos gustaría regresar cuando hagamos esa tan famosa práctica llamada retrospectiva.

Ahora, después de algunos intentos y de bastante tiempo, he comprendido que perdonar los daños en un par de días no me hace mejor que aquella que lo otorga en un poco más de tiempo, que no debemos forzarnos a sentir que todo está bien; por fin he comprendido lo importante que es darnos tiempo para sentirnos de nuevo completos, sí, incluso cuando todo esto suene a película romántica de adolescentes.

El perdón viene con muchas cosas, nuevos comienzos, nuevos hábitos, nuevos amores, dejar ir todo aquello que hizo daño siempre nos hará sentir invencibles y recordar que unos cuantos malos días no tienen que significar más que eso, solamente unos cuantos malos días.

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