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Uno siempre está en casa en su propio pasado.- Vladimir Nabokov

Durante los últimos días he visto más de una publicación haciendo alusión a la nostalgia, le he atribuido ese sentimiento al cambio de clima que estamos viviendo (ese que nos hace ponernos la chamarra que casi nunca sacamos).

Muchas veces la he sentido, mientras leía historias que formaban parte de ella y evocaban en mí una nostalgia un tanto difícil de creer, también la he sentido mientras veía aquellos programas de televisión que mi madre me ponía cuando era pequeña, o cuando paso por las puertas de mi antiguo colegio.

Pero este año la nostalgia ha funcionado de una manera muy distinta a como solía hacerlo. Nos hemos pasado muchos de los días anhelando aquel viaje que nos hizo tan felices, recordando las reuniones con la familia o los chistes que contábamos una y otra vez con los amigos.

Sé que no sólo fui yo, sé que cada unos recuerda una y otra vez todo lo que teníamos y todo lo que perdimos. La nostalgia actúa de formas extrañas, pero algo que debemos tener en cuenta es que, de los sentimientos azules, es el más sincero; nunca nos podremos poner nostálgicos por cosas que nunca sucedieron, siempre tendremos que hacerlo por cosas que solían ser pero ya no son, siempre tendremos que hacerlo por cosas que sucedieron en realidad.

Este año la nostalgia está en cada una de las esquinas de las calles que recorrimos cuando podíamos encontrarnos con la gente que queríamos, cuando aquellas personas que perdimos todavía estaban con nosotros. Si nos ponemos un poco atentos vamos a poder notar los recuerdos pasar a nuestro lado, vendrán como olores, como sonidos, como todos aquellos pensamientos que algún día tuvimos.

No voy a mentir, a mí también, como a cada uno de ustedes, me ha atrapado la nostalgia más de una vez en estos meses. Se me ha presentado una noche y no se ha ido hasta que me vio quedarme dormida, venía vestida de azul y estaba recitando todas aquellas promesas que algún día me hicieron pero nunca se cumplieron.

El mundo se pintó de colores fríos de un día para otro, lo hizo sin avisarnos y a cambio nos dio la nostalgia que nos ha ayudado a llenar los vacíos que tenemos. El mundo se llevó todo aquello a lo que estábamos acostumbrados y nos dejó a cambio algo que seguimos explorando, pero que cada noche deseamos que se acabe.

El cielo últimamente se ha puesto más azul de lo normal, el viento está un poco más frío, y detrás de la nostalgia también viene la esperanza. Todo se ha puesto distinto, todo se ha pintado de azul, hemos perdido mucho y no hemos ganado tanto. No debemos confundir la tristeza con la nostalgia, la primera es cuando no tenemos a dónde ir, la segunda es cuando queremos regresar al lugar donde ya hemos estado, pero sin duda, ahora, el mejor lugar para estar es la esperanza.

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