Una buena madre yucateca
Uno de los lujos de ser yucateco es crecer en ese imaginario fantástico que nos construyen nuestras madres: los tuchos, los tolokes, los aluxes, los malos vientos.
Uno de los lujos de ser yucateco es crecer en ese imaginario fantástico que nos construyen nuestras madres: los tuchos, los tolokes, los aluxes, los malos vientos, siempre estaban al acecho. Los remedios más efectivos eran el Vick Vaporub, y las naranjas. Crecí viendo a mi mamá embadurnando Vaporub en su frente, luego ponerse hojas de naranja. Nos pedía cinco minutos de silencio absoluto para reposar en la hamaca y aliviar su dolor de cabeza. No había manera, nos poníamos a jugar alrededor de ella, le levantábamos la hamaca y la chancla volaba directo a nuestra cabeza. ¡Hay que decir que las mamás de antes tenían una puntería envidiable! Y cuando el chancletazo no era para ti, era tu culpa por meterte en la trayectoria de la chancleta. Los baños de hierbas para terminar de secar la varicela eran un verdadero alivio. ¿Y qué tal cuando nos mandaban a buscar el negociante? Uno podía quebrarse la cabeza pensando qué era el negociante y ellas furiosas porque no se lo entregábamos. También había consejos que procuraban nuestra seguridad: “¿Amigos? ¿Qué amigos? Amigos ni tus dedos porque no están parejos”. “Te voy a dejar ir a la fiesta pero no vayas a tomar nada que no destapes tú, ni vayas a dejar solo tu refresco, no te vayan a echar algo”. El fatalismo extremo se hacía presente en cada momento: “No te dejo ir a elevar papagayo porque se puede atorar en el cable de la luz y te electrocutas y te mueres, así le pasó al hijo de fulanita”. “No puedes comer pescado si no estoy porque se te atora el hueso y te mueres”.
Eran tiempos en los que podías morir por cualquier cosa. Nuestras mamás eran unas máquinas de precisión, trabajo y sabiduría. ¿A qué hora dormían esas mujeres? Temprano ya estaban sirviendo el desayuno, la purga o la china exprimida con dos huevos de patio para alejar la anemia. Tenían la capacidad de multiplicar los panes y sabían de costura, tejido, cocina, herbolaria; nuestras madres yucatecas también podían ser nombradas maravillas del mundo. Decidimos hacerles un pequeño homenaje con la obra “Cómo ser una buena madre yucateca”, una comedia regional en la que me acompaña Salomé Sansores “Chepita” y en la que hablamos de todos esos remedios, consejos, regaños y cuidados de infancia que nos tocó vivir como yucatecas. Estrenamos el próximo jueves 21 de diciembre a las 20:00 horas, en el Teatro Daniel Ayala. ¡Única función!