Manual de bolsillo para escribir nueva narrativa (II)
Edgar Rodríguez Cimé: Manual de bolsillo para escribir nueva narrativa (II)
Como vivimos en una época veloz, para facilitar la lectura, evito párrafos de media página o textos de 600 hojas. Una lectura ágil, que compite con la televisión, video y redes sociales, requiere de un lenguaje sencillo, frases cortas y párrafos no tan largos. Los libros de relatos juveniles Sexo Virtual y No tengo tiempo de cambiar mi vida, son un ejemplo.
Entonces, al escribir lo hago de una forma heterodoxa: no sigo las reglas básicas para construir un relato: planteamiento-nudo-desenlace; no respeto diferencias entre géneros literarios: crónica, ensayo, cuento y creo un “colash”; uso un lenguaje sencillo, pero “alterado” por el idioma maya, el habla popular y el novísimo lenguaje urbano; cuido la extensión en frases y párrafos. Debido al xek (mezcla) de géneros leídos, a las experiencias urbanas y al influjo de la cultura maya, cuando empiezo a escribir utilizo tanto la “alta cultura” como la “cultura maya” y la “cultura urbana”, muy distintos una de otra; ejemplo, dándole igual valor lingüístico a un “…y sin embargo se mueve”, de Galileo, que a una poesía de Briceida Cuevas Cob, o un “Quenpompó”, de “Chico” Ché.
En mi libro de relatos juveniles No tengo tiempo de cambiar mi vida (¡Saludos Rockdrigo!), pongo al mismo nivel experiencias de creadores como Pedro Infante o el trovador clásico “Guty” Cárdenas, junto con el mismísimo “Chico” Ché, ícono de la música tropical, o los chavos punks uayés Niños Suburbanox, ídolos de las nuevas generaciones.
Incluyo entre las historias juveniles, experiencias vividas, sufridas y gozadas, por las juventudes de fines del siglo XX. La realidad es tan “loca” que, a veces, el autor no necesita “sudar” intelectualmente para crear personajes o historias de ficción, cuando la cruda realidad te muestra que puede ser más “surrealista” que Salvador Dalí (“El Surrealismo soy Yo”).
Como el español se refuerza con palabras o frases en otro idioma, antes casi siempre latín y ahora inglés, se sugiere utilizar idioma maya, refranes populares o lenguaje urbano de los jóvenes, para dar un sello original en la región de un país con antecedentes mesoamericanos, como la península de Yucatán:
Botones de ejemplo: “yuumsilo´ob” (dioses mayas); “dziris” (pequeño); “p´el” (sexo); “nah” (mamá); “tatoos” (tatuajes); “feisbuquear” (navegar en Facebook); “oki” (okey); “hacer loch” (abrazar acostado en la hamaca); “chamaquear” (verte la cara de…); “qué Pachuca por Toluca” (qué pasa).
Considerando que “el doctorado no quita lo tarado” y que cualquiera puede enseñarnos algo, es importante asumir una actitud humilde de aprendizaje ante todo ser vivo: un humilde “indígena”, un discapacitado con alto sentido de la ética, un niño “maduro”, una abuela amorosa, un presidiario, diferentes animales (una perra adulta jugando y correteando con una gatita joven) o un grupo de adictos.
Uno de mis últimos aprendizajes fue moral: “independientemente de nuestras limitaciones, debemos ayudar a los demás”, me dijo “Pedrito”, invidente con alma de artista, de Ticul, quien acostumbra con lo ganado en la “caridad”, llevar pan dulce a los abuelitos del asilo de ancianos, quienes lo tienen como un “héroe”, al estilo de “Chucho el Roto”, por su buen corazón, pero sin lo “bandido”