Nueva narrativa en Yucatán

Edgar Rodríguez Cimé: Nueva narrativa en Yucatán

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Antecedentes de la nueva narrativa aparecen en obras de Hernán Mena Arana, quien nos heredó unos libros que disfruté luego de buscar y rebuscar entre autores locales: de Mediz Bolio a Agustín Monsreal, pasando por José Paoli Bolio. En los 90, llegó la nueva narrativa: el “Yucanrol” (el “rol” de Yucatán), de Conrado Roche, autodidacta que inaugura, sin bombo y sin platillo, la Nueva Narrativa en Yucatán.

Conrado narra, con excelente estilo, experiencias de chavos heterodoxos de clase media de la Mérida del norte. Desde “bachatas” rocanroleras de los llamados “juniors” en balnearios de playas de Progreso, hasta “cotorreos” racistas como “secuestrar” a un campesino maya borracho, dormido en una calle de un pueblo de Yucatán, que luego dejaron, todavía dormido, en un fraccionamiento opulento del norte de Mérida, para “vacile” de ellos.

Hablando de literatura en Mérida, en un clima abiertamente racista, la publicación de un texto donde se narra de la explotación y humillación de los mayas por los hacendados españoles, con pelos y señales: “Emeterio” (Las glorias de un cacique), del mismo autor yucateco, vino a romper con la tradición literaria “políticamente correcta” en la entidad.

Carolina Luna(+) poseía un espíritu creativo tan libre que no encajaba en los moldes literarios conservadores de Yucatán. Hizo maletas para residir a la Ciudad de México, donde escribe su opera prima: “Prefiero los funerales”, cuentos bizarros, en los que confiesa: ella se inclinaba más por acompañar a su mamá a los velorios que a las visitas de enfermo, “porque en los primeros había penas exculpadas y café con galletitas”. Tanto por su contenido como por su estilo personal, Carolina es considerada como una de las escritoras más originales de fines del siglo XX, representativa de la mejor literatura reiniciada en los talleres de los años 80, como en la Universidad de Yucatán, con el novelista Joaquín Bestard Vázquez, dos veces Premio Nacional de Novela.

Un autor que se sale de los moldes literarios, es el antropólogo, activista de derechos LGBTTT, escritor y periodista, Germán Pasos Tzec(+), buen amigo dedicado a investigar, promover y escribir sobre los derechos humanos de las minorías sexuales en esta ciudad, tan misógina y homofóbica como su propia moral conservadora. Su tesis: “Homosexualidad y Cultura: Una visión de la relación homosexual masculina en Mérida”, como sus dos obras principales: “Travestis, transgéneros y transexuales de Mérida”, y “Mérida Gay”, hoy forman parte de la literatura de la diversidad sexual en Yucatán. Fue tal su prestigio, que fue nombrado cronista vitalicio del movimiento LGBTTT en el Estado.

Su camino sería seguido por una diva de la diversidad en estas lajas yucatecas: Bárbara Fox, transexual y actriz del cine de la vida nocturna de México, a quien entrevisto como parte de mi libro “Mérida sin Arrebol”, donde abordo la diversidad sexual. En el siglo XXI, como parte de su nueva faceta artística, ella retoma la pluma y escribe su autobiografía: “Bárbara Fox: Diva del cine nacional”.

Rafael Gómez Chi participa de la nueva narrativa con su novela “Delirios de un alebrije”, donde narra una experiencia de los bajos fondos de Yucatán vividos por un personaje sui generis que luego de su chamba de periodista gusta de alivianar el espíritu con drogas, sexo y rol, junto con su “Sancho”, en antros de la Mérida subterránea.

Lo más leído

skeleton





skeleton