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Jamás pensé que podría conocer las historias que nos ha relatado cualquier cantidad de informativos de todas las plataformas en diversos países durante estos diez últimos días en los que he leído un sinfín de información sobre salud y política. Pero lo que me preocupa es la respuesta del ciudadano de a pie, o lo que supone son, en las redes sociales, repitiendo cualquier conjunto de barbaridades. Al principio calmaba mi ansiedad respondiendo a mi conciencia que son personas a quienes se les paga por escribir todas esas letras que ofenden mi inteligencia.

Y es que no entiendo qué mundo quieren construir todas esas personas que programan o dedican su tiempo a ser voceros no oficiales de políticos o simplemente autoridades sin responsabilidad, a pesar de que sólo lo hagan por dinero.

Ellos viven en el mismo planeta que las personas que ofenden, porque la crítica se ha recrudecido a niveles impensables, y quisiera pensar que es a cambio de sus convicciones, pero lo dudo mucho.

En una entrevista que publica El País, la periodista Anne Applebaum (Premio Pulitzer 2004) hace referencia a Hungría y responde una gran verdad: “No creo que exista nada especial que los haga diferentes a otros países donde la división funciona”.

La escritora asegura que el primer ministro del país europeo, Viktor Orbán, “ha trabajado a fondo la polarización desde hace años. La crea, la construye y la gente es muy sensible a ella. Eso le ha dado éxitos, aunque ahora se anden rebajando sus apoyos. Dividir es rentable en todas partes”.

Y así decía (o se supone que decía) Nicolás Maquiavelo, en su libro “El Príncipe”, donde aportaba sugerencias “que tienen como objetivo mantener el control absoluto del poder sobre el Estado”.

Según Maquiavelo, hay que gobernar dependiendo de las circunstancias para conservar exitosamente el poder. Es más, obliga a quienes gobiernan a hacer actividades –cuando es necesario– contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión.

No sé por qué pensé en Donald Trump y sus actividades de esta última semana, en los resultados de lo que pareciera su última batalla en el Capitolio, en las muertes que costaron esta embestida.

¿Será que estoy mal cuando llevo este discurso a la salud de los mexicanos y lo que estamos viviendo, somos tan tercos que no podemos seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que hemos escuchado decenas, cientos, miles de veces, quizás sólo por sentirnos libres?

Es incómodo usar el cubrebocas pero es más complicado dejar de respirar, más molesto estar intubado, más triste estar solo en el encierro, aun en tu propia casa. Creo en quien escribe que “se requiere dejar de idealizar gobiernos utópicos e inexistentes, para inclinarse en cambio por los hombres reales y pueblos reales, examinando sus comportamientos y aceptando que el ejercicio de la política contradice con frecuencia la moral y no puede guiarse por ella”.

Mientras, hoy aprovecho que es lunes para felicitar al más pequeño y conversador de mis sobrinos, Alfonso Junior, a quien le deseo mucha buena salud. ¡Que sea feliz!

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