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Esta semana tuve la oportunidad de estar todos los días, al menos tres horas en cada ocasión, en el recinto que albergó a la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2019 y lo que queda en mi mente es una imagen de esperanza de ver a tantos niños y jóvenes recorriendo los pasillos con bolsas en sus manos que significan la oportunidad de leer algo en texto y no en un dispositivo móvil.

La otra historia que también me gustó es que en los sitios que presentaban escritores, conversaciones sobre temas específicos como equidad de género o violencia, los cuentacuentos, las marionetas, así como las actividades todas alcanzaban a tener un público mayor que otros años. Es una gran alegría.

La Filey representa mucho trabajo en pocos días para cientos de personas, incluyendo los compañeros de los diferentes medios de radio, prensa, televisión e internet de Grupo SIPSE, pero creo que es un esfuerzo que vale la pena.

Las filas, largas, a las puertas del salón Ek Balam de menores de 18 años para ver a algún youtuber o escritor que presentarían un libro fueron continuas, siempre me sorprendieron, esperando pacientemente en tiempos en que esos jóvenes no se quedan quietos jamás porque siempre se aburren.

Las taquilleras como Tatiana Clouthier y Gris Verduzo abarrotaron el sitio, y así la descripción podría seguir hasta el infinito, pero seguramente muchos de ustedes compartieron ese momento.

Quiero decir que me pareció una feria menos lucida que el año pasado, sin un país invitado y otras cosas que podría comentar, pero valió la pena que lo vistoso cambiara por lo acogedor.

Espero que los resultados de tantas personas circulando todos los días les den ánimo a los organizadores para comenzar desde ahora a preparar la novena edición. Creo que vale la pena.

Los programas Voces y Huellas, el décimo primer Congreso Internacional de Literatura, con el maravilloso título Después de los despueses: 
El pasado en el futuro de la cultura mexicana, así como los encuentros de promotores de lectura, de periodismo cultural y así todos llevan y traen escritores, investigadores, periodistas y curiosos que llenan los pasillos además de alegrarnos, en muchos casos, los oídos.

A todas esas historias -en lo personal- tengo que añadir la oportunidad de abrazar a las personas que quieres y que no siempre ves, a sorprenderte con los reencuentros o las primeras veces que siempre aportan; en fin que fueron nueve días llenos de momentos especiales en la que llamaron en Mérida la semana de la felicidad.

Yo hoy aprovecho que es lunes y cumpleaños de mi sobrino Alejandro, quien me enseñó, entre otras cosas, a leer historias fantásticas que siempre alegran el corazón, para reunirme con él a comer pastel y disfrutar de su vida. ¡Qué sea feliz!

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