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Cuando piensas que ya entendiste cómo es este sistema llamado vida y la forma en la que debes recorrer el camino para disfrutar el viaje, una nueva vuelta te hace recordar que es una especie de experimento en el que tú eres al mismo tiempo el investigador y el sujeto con el que se hacen las pruebas del estudio.

Siempre ocurrirán cosas que te hacen reflexionar, por lo menos es mi caso, sobre cómo valoramos las situaciones de la vida. Un cumpleaños, dos bodas y un velorio se convirtieron en momentos que permiten el encuentro con personas que están en mi existencia y las de otros seres alrededor mío, pero que por diferentes razones deje de frecuentar.

Qué tan complicado parece resultar cada día engancharse con los demás, sobre todo en Mérida, donde todavía se puede encontrar el tiempo y viajar las distancias para hacer que esos momentos sucedan.

Me acuso de llevar más de cuatro meses tratando de hacer que las agendas de tres mujeres de distintas edades e intereses, con la amistad en común, puedan tomar café y relatar sus historias. ¿Por qué es tan complicado?

Pareciera que como avanza la tecnología en disposición de aparatos móviles que podrían acercarnos, nos aleja más la tranquilidad de que estamos a una pantalla del otro, a unas letras de camino, a un audio de escucharnos, pero habría que hacer más. Que hallar el instante.

Las paradojas de la vida, ese camino del que escribía al principio, también me permiten contar que en esta misma semana tuve la oportunidad de compartir el pan y la sal con una familia a la que tengo la fortuna de conocer hace más de 25 años y que viajan a Yucatán para disfrutar de sus lugares, pero buscan tiempo para la charla amena, ver crecer a todos, evolucionar y corresponder el cariño.

Además debo confesar que este verano se cumplen 30 años de que la Agencia Mexicana de Noticias llegó a Mérida y me permitió compartir horas de trabajo con personas inolvidables a las que, en muchos de los casos, todavía frecuento, y entonces me di cuenta que las mudanzas, los viajes, el trabajo, los desencuentros nos alejan de los afectos.

Pero que podemos con un poco de dedicación buscar espacios de coincidencia que dejen seguir coleccionando buenas historias. Hacer que suceda no es tan complicado.

Prometo en estas letras aplicarme a provocar los encuentros, buscar la forma de reunir a quienes uno disfruta. No solo de acompañar, también de escuchar y de conversar, una de las habilidades que pareciéramos perder con la compañía del WhatsApp. Poder vernos de frente. Como diría Pepe Palacios: basta de simulaciones.

No quiero repetir la situación que viví de encontrar en un velorio a muchos de los que viven en mi corazón porque alguien importante para quienes nos abrazamos con cariño cambió de plano existencial y decidió adelantar su partida.

Mientras yo aprovecho que es lunes y que todavía sobra verano para reencontrar a los que en este plano buscan el momento de abrazarse. ¡Que sea feliz!

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