Basta de violencia
El poder de la pluma
Es increíble que en el año 2019 las cifras sobre agresión contra el llamado sexo débil sean tan crueles que casi duele escribirlas, pero, según la Organización de las Naciones Unidas, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental.
Hace dos años una de cada dos mujeres asesinadas terminaron su vida en manos de algún miembro de su familia o su pareja, y en Mérida –tristemente- hemos documentado más de dos ejemplos.
Sin embargo, sigo pensando que el peor daño que se registra, aun hoy en día, es el maltrato psicológico contra quienes se sienten menos valiosas, debido en muchas ocasiones a la educación que les inculca un rol de ciudadano resignado. Y aunque mis conocidos varones se quejen de que no se festeja tanto el día del hombre, la realidad es que los números demuestran que en estas mismas circunstancias únicamente fallece uno de cada 20 hombres asesinados.
No todo es malo. Yo tengo la fortuna, más hoy que nunca, de contar a mi alrededor con varones que sin distinción de género saben colaborar, que tienen al mando o junto a ellos a damas que conocen por el que hacer para cumplir con su aportación al planeta y más, o bien quienes ponen al mando en sus empresas a chicas en las que pueden confiar porque tienen talento. Así que tampoco se trata de todos contra el hombre.
Según yo, la violencia en cualquiera de sus formas, es la incapacidad de sostener un diálogo y entender que cada quien es dueño de su propio destino y para las organizaciones no gubernamentales el tema de la impunidad es el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas.
Hay más de una mujer adulta que sufre violencia pero que no lo comunica debido a su posición, ya sea económica, social, o política. Las mujeres acabamos como víctimas de nuestro propio silencio por miedo a perder, a veces hasta el empleo. He de confesar que en los inicios de mi camino por las letras, siendo la única mujer en la oficina, debía cubrir todas las guardias de días inhábiles y vacaciones porque era la más novata. Y así continuó hasta que cambié de jefe. Hoy, pienso que la razón por la que me imponían tal jornada es que no me negaba a laborar sin descanso para conservar el trabajo. Yo fui responsable, lo entiendo así, por no preguntar.
Y es que he escuchado así como leído infinidad de discursos de otras mujeres que tuvieron la oportunidad de salir adelante y destacar a pesar de las piedras de su camino, y no en todas las ocasiones fue un hombre quien tiró el material con el que ellas lograron construir el podio desde el que ahora sostienen su medalla.
La violencia contra la mujer es una causa de muerte e incapacidad entre las féminas en edad reproductiva, tan grave como el cáncer, y es una razón de mala salud mayor que los accidentes de tránsito y la malaria combinados. Me espanta.
Por eso yo aprovecho que es lunes para buscar a otras mujeres y hombres que como yo ponen su granito de arena en la búsqueda de la paz. ¡Que sea feliz!