|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hoy comienza la temporada de huracanes en el Atlántico y quizá la mejor recomendación es tener un plan de contingencia establecido, como mandan los reglamentos de protección civil, así como una pequeña reserva de alimentos por cualquier cosa, aunque, como está la situación, será difícil cumplir con esta orden como en otros tiempos.

Me preocupa el tema, aunque no es mi especialidad, porque no debemos olvidar lo que ya hemos vivido: las lecciones aprendidas que nos permitan estar siempre preparados ante el cambio en el clima. 

Quiero recordar que quienes se dedican a la tarea de adelantarnos cómo estará el pronóstico del estado del tiempo ya dieron a conocer que este año la temporada, que termina en noviembre próximo, será más activa y prevén la formación de entre 15 y 19 ciclones tropicales en el Atlántico.

Según la Comisión Nacional del Agua , de ocho a 10 serán tormentas tropicales, entre cuatro y cinco llegarán a formarse en huracanes categoría 1 y 2, mientras que entre tres y cuatro alcanzarán las categorías 3, 4 ó 5.

Todavía recuerdo septiembre de 1988, apenas estudiaba Ciencias de la Comunicación y mi amigo David Salomón decidió que saliéramos de la escuela para ir a prevenir a algunas personas. Y casa por casa estuvimos esa tarde pidiendo a familiares y amigos que tuvieran agua suficiente almacenada, alimentos para tres días y mucha precaución, pero jamás imagine lo que viviríamos un día después.

Gilberto fue el primer gran huracán que me tocó vivir en compañía de mis hermanos, padres y hasta mi abuela, que me dejó enseñanzas sobre el comportamiento que debemos tener antes, durante y después del fenómeno.

Años más tarde, Isidoro y Wilma fueron una verdadera graduación.

El primero de ellos llegó también en septiembre y con sus vientos de hasta 225 kilómetros por hora dejó grandes pérdidas económicas y ecológicas a Yucatán. Todavía recuerdo la mañana de lunes camino hacia el trabajo. Un recorrido no tan largo en distancia, pero cansado en el esfuerzo de encontrar la forma de llegar desde San Esteban hasta Santa Ana entre árboles caídos por todos lados.

Finalmente, Wilma un poco más cruel en Quintana Roo que en Yucatán, donde también hizo lo suyo con vientos de 296 kilómetros por hora y que dejó millonarios daños, así como un corte de carretera que hizo complicado el tránsito terrestre en la Península.

En ese entonces el aeropuerto de Mérida y quienes ahí trabajaban dieron una clase maestra de cómo encontrar vuelos y pasajeros de todos los países que hallaron la forma de regresar a casa.

Cada historia fue distinta, pero en todas brilló la solidaridad de quienes -como muchos hoy- extendieron la mano a quienes requerían ayuda. Lo importante es no olvidar qué puede pasar y que hay que organizarse.

Hoy aprovecho que es lunes para felicitar a todos quienes celebran el Día de la Marina. ¡Qué sea feliz!

Lo más leído

skeleton





skeleton