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Vivir este 2020 ha sido como estar en una montaña rusa por todo lo que pasa alrededor cada día; aunque hay muchos puntos de vista sobre Covid-19, así como la personal forma de enfrentarlo, la realidad es que todos pasan por estos momentos en un constante ensayo de prueba/error.

Lo único que tenemos en común los humanos, no importa el país en el que habitemos, es que nunca antes habíamos vivido un tiempo así. Yo confieso que extraño a mis sobrinos, a todos en general, porque son buenos conversadores, amantes del humor negro, de los viajes, los deportes, el cine y las cosas que suceden a nuestro alrededor.

Extraño, ya lo había compartido, abrazar al otro, tomar el pan y la sal en compañía, convivir con mis sobrinos a los cuales veía con frecuencia en la familia, una larga sobremesa de sábado por la tarde, los días de cine en su compañía, los desayunos con los amigos, y así una larga lista de historias que cerraría con ir por la carretera, no importa a dónde.

Entonces decidí preguntar a otros cercanos a mí su sentir de lo que pasa alrededor de la contingencia. Comencé con mi sobrino Alfonso, quien tiene 13 años, es el menor de esa generación del árbol genealógico familiar, así que sus patoaventuras son diferentes a las de los otros miembros de esa línea consanguínea que ya han rebasado la mayoría de edad.

Entender cómo vive este momento y qué pasa por su cabeza fue algo que conversamos la semana pasada cuando me comentaba que por su edad no puede entrar al supermercado, una actividad que era parte de su rutina de fin de semana, pero sus observaciones me llamaron la atención.

Me explicó que lo que más extrañaba era la escuela porque ahí veía a todos sus amigos, e incluso tiene la idea de que la normalidad regresará hasta 2021. Esta cierto de que no podrá volver a la escuela en septiembre, debido al comportamiento de la gente que sale sin las precauciones necesarias.

Mi sobrino Alejandro tiene 30 años y participó en la conversación, pero él piensa que el comportamiento de las personas es exagerado, ya que ni siquiera el uno por ciento de la población se ha infectado, pero tampoco conoce las cifras reales de contagio o la capacidad hospitalaria con respiradores y que sería catastrófico que ocurriera.

Paradójicamente, se cuida de no salir a la calle, hace trabajo en casa, se lava las manos todo el tiempo, trata de no compartir con más personas, y las pocas veces que ha venido a casa en los últimos tres meses se queda en la banqueta para saludar desde lejos cuando antes de marzo venía al menos una vez a la semana a comer. Nuestra vida social ha cambiado.

Pero afortunadamente no nuestras ganas de querernos, de compartir las historias de lo vivido, de vernos aunque sea en línea porque nos queremos, así que ya habrá oportunidad de abrazarnos no obstante sea en 2021, como dice Junior.

Mientras, yo aprovecho que es lunes de verano para encontrar otros momentos de conversación, no importa la plataforma en la que ocurra. ¡Que sea feliz!

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