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Desde que tengo memoria los mexicanos celebramos la Independencia de México más que la revolución o el día de la amistad. Esta fecha se convirtió con el tiempo en un importante momento del año para quienes orgullosos de su bandera se reúnen con la familia, amigos o hasta compañeros de trabajo a fin de escuchar a alguno de los gobernantes que realizan una sentida ceremonia en los palacios municipales, estatales o nacional para honrar a los hombres y mujeres que nos dieron patria y libertad.

Incluso en Mérida, desde hace más de tres décadas, las fiestas patrias, en especial la noche del 15 de septiembre, eran el momento del mandatario en turno para presidir las celebraciones antes miles de ciudadanos -incluido un artista invitado- en los zócalos de sus ciudades, al que en Mérida conocemos como plaza grande.

Septiembre significa sentir orgullo por quienes nos precedieron, pelearon, se esforzaron y pudieron obtener la autonomía nacional y se visualizaba en adornos por las calles, artículos con los colores verde, blanco y rojo para colocar en los autos, incluso vestir los tonos del lábaro mexicano para gritar al mundo nuestro nacionalismo.

Y así, este 2020 tan sui generis, lleno de formas extrañas, tratando de recuperar alguna normalidad, tendrá los festejos más privados que he vivido, con la cancelación del desfile cívico militar, porque tampoco hay formalmente escuelas, sin restaurantes o bares con promociones; en fin… Diferente, como muchas de las actividades que se han inhabilitado o pospuesto esperando a que el tema del contagio de coronavirus disminuya.

Entonces me puse a pensar en todas las veces que como país nos hemos encontrado de frente a dificultades, porque como sociedad hemos encontrado muchas crisis, quizá ninguna tan larga y complicada como ésta, pero por primera ocasión es un momento que compartimos con el mundo y del que nos podemos enterar en el mismo momento de que la situación también es difícil en Australia o Francia.

En alguna ocasión un ex secretario de gobierno decía en un discurso que “amar a la patria no es amar algo en abstracto, no es amar unos colores o una textura, amar a la patria significa amar a las personas de carne y hueso, a las personas con sus aspiraciones, con sus ilusiones, con sus molestias, con sus frustraciones; amar a la patria significa, en última instancia, conocerla, servirla”.

Y entonces decidí que las fiestas patrias tienen que seguir en el corazón de todos los habitantes de esta nación que usan cubrebocas, que buscan la forma de crear para obtener recursos, que no sólo se quejan, que se levantan todos los días para hacer algo de bien y que buscan la forma correcta de obtener el dinero que necesitan para el sustento diario. Eso es hacer patria.

Hoy aprovecho que es lunes para celebrar que en la vida hay muchas personas que si aman a este México lindo y querido. ¡Qué sea feliz!

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