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Hoy el mundo conmemora el Día Internacional de la Paz. Una fecha que deberíamos festejar con bombo y platillos porque no hay nada más placentero que vivir sin sobresaltos, disfrutando, si se puede, de la tranquilidad del espacio y el tiempo en compañía o sin ella, pero con la certeza de que nada alterará el momento.

Forjando la paz juntos es el tema que la Organización de las Naciones Unidas eligió para 2020 con la idea de conservar este propósito de tener por lo menos 24 horas sin violencia y con un alto al fuego.

Y es que, este año, las naciones del mundo enfrentan un enemigo común que, de acuerdo con la ONU, “amenaza nuestra salud, seguridad y estilo de vida”. El Covid-19 ha obligado a los gobiernos del planeta a trabajar en cooperación por dos razones principales: tratar de detener el contagio y con ello encontrar una vacuna que permita volver a la realidad a la que estábamos acostumbrados.

No sé en tu caso, pero yo a diario hablo o escucho a otros conversar del Covid 19, de sus efectos, causas, raras formas de aparecer, sus indescifrables maneras de tocarnos, de mantenernos en este compás de espera.

De cambiar la forma de vernos, de trabajar, de festejar, de jugar, de convivir, incluso la manera de cuidarnos física y mentalmente. Los maestros cambiaron su forma de dar clase, pero también de vivir porque no sólo se enfrentan a nuevos ambientes sino a distancias que tienen que ver con la brecha generacional, la tecnología, la educación y hasta el comportamiento de los padres de familia, no importa el núcleo social.

Es este 2020, según mi amigo Edwin Góngora, una división en el tiempo que nos hace cuestionarnos de qué estamos hechos.

En marzo pasado, el secretario general de la ONU, António Gutérres, pidió dejar las armas y concentrarse en la cooperación para obtener el triunfo en esta batalla contra la peor crisis de salud pública que ha resultado en daños a la economia de todos los sectores que jamás nadie se hubiera imaginado.

Así que las reglas del juego cambiaron hasta el punto de cuestionarse la utilidad de la Organización Mundial de la Salud o la misma ONU, que en su 75 aniversario invita a unirse a la conversación sobre la construcción del futuro pacífico que queremos.

Y mientras buscamos la forma de terminar con el coronavirus, este Día Internacional de la Paz deberíamos ocuparlo en fomentar el diálogo en nuestro círculo (por pequeño que sea) a fin de evitar la violencia que nos provoca quizá nuestra nueva cercanía que ya habíamos olvidado. Ayudar a educar para la paz, una forma eficiente de enseñar y evitar que la agresión se cuele a nuestro día a día. Sí se puede.

Hoy aprovecho que es lunes para felicitar a mi querido amigo David Salomón, quien festeja su cumpleaños y a quien admiro y quiero por ser un promotor de la paz, así como extraordinario ser humano. ¡Que sea feliz!

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