|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hoy es cumpleaños de mi papá, y aunque pretendí por más de tres horas escribir sobre otro tema, no puedo dejar de pensar en las letras que le debo a su muy trabajadora vida.

Quizá la primera semana de enero debería de tratar temas como hasta cuándo es políticamente correcto desear feliz año nuevo al otro, en qué momento tengo que comenzar la dieta para disminuir el peso adquirido en diciembre o quizá comentar cómo enfrentaré la cuesta de enero.

Pero después de tres intentos de hablar sobre la forma responsable de ahorrar o dejar los gastos superfluos para otras ocasiones donde la contingencia sanitaria no sea el top de nuestra vida decidí claudicar para honrar la vida de Alfonso Arcila por las cosas buenas que me enseñó.

Y seguro que tiene otras cosas no tan maravillosas que debería olvidar aunque las he heredado, como dar varias vueltas entre el primer y segundo piso antes de finalmente salir de la casa, o comprar en el supermercado artículos que no estaban en la lista pero que podrían hacer falta. Y así varias.

Pero también aprendí para mi buena fortuna a bendecir la comida que me llevo a la boca, aunque no siempre lo haga en voz alta, a tener un jardín cuidado que se disfruta siempre, a ver caricaturas sin culpa en cualquier momento sin importar la edad, a tener muchos amigos a los cuales conservo como el principal tesoro que un ser humano puede acumular, y así puedo seguir enumerando muchas de las cosas intangibles que tengo por herencia.

Seguro hay otras tantas formas de ser que mi mamá identifica como no tan buenas, pero esas hoy no importan, creo que cumplir 83 años tiene seguro algo de bueno cuando todavía estás sano, cuando puedes jugar con tu bisnieto al ritmo de un niño de casi cuatro años, pero además te tomas el tiempo para barrer la cocina en sábado para que no permanezca sucia, o te ofreces a lavar los platos para ayudar a los otros con quienes compartes la casa aunque te tome mucho tiempo.

En días sin contingencia sanitaria la casa donde vive estaría llena de personas desde el desayuno a las 7 de la mañana hasta muy entrada la noche, sin importar el día en que cayera el onomástico, porque el hombre es taquillero, no sólo entre su familia, ya que afortunadamente tiene muchos amigos; vería desfilar hermanos, cuñadas, sobrinos consanguíneos y adoptados, nietos, en fin. Una larga lista.

Sin embargo, estamos en contingencia sanitaria así que nos limitaremos a cantarle el pastel con quienes vivimos a su alrededor, esperando que en breve podamos ser más los que estemos en torno suyo.

Dedico un espacio de estas letras a mi deportiva ahijada Regina, quien llegó a la mayoría de edad, situación por la cual el festejo debería ser mayor porque la queremos, aunque primero es la sana distancia, el uso de cubrebocas, lavarse las manos con la mayor frecuencia y buscar a toda costa no contagiarse de Covid 19.

Mientras hoy también aprovecho que es el primer lunes de 2021 para desear a todos un provechoso y productivo año 2021. ¡Que sea feliz!

Lo más leído

skeleton





skeleton