Alto la discriminación
El poder de la pluma
Hacee algunos años, en la búsqueda de la “igualdad” entre todos, la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 1 de marzo para recordar el Día de la Cero Discriminación, un llamado a procurar el derecho de cada persona a vivir con dignidad, sin importar su aspecto, sexo, edad, religión, lugar de procedencia, condición social, opiniones, raza, discapacidad, origen étnico, orientación sexual, lengua, condición médica o cualquier otro motivo.
Un tema realmente difícil, ya que del dicho al hecho queda una distancia enorme que siempre dejamos pasar debido a la forma en la que hemos sido educados, a las costumbres que tenemos, a la forma de convivencia que aprendimos, a lo que desconocemos, en fin. Muchas razones.
No es disculpa, es una realidad. La cantidad de veces que viví un tema relacionado con la discriminación fue (hoy lo entiendo) a causa de la falta de educación que tenemos respecto a la convivencia. Así lo quiero creer. Para muchos la discapacidad es psicomotora, es decir, una silla de ruedas la representa. Pero no es así. Es todo un tema de movilidad que tiene que ver con las limitaciones de una persona que no utiliza un vehículo para caminar, pero que las distancias largas le complican la existencia.
La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación en México (2003) refiere “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades”.
Más aún, la encuesta nacional sobre la discriminación de 2017 indicaba que más de un 20.2% de la población de 18 años y más admitió haber sido víctima de un hecho así en ese año y los motivos estaban relacionados con la forma de vestir o arreglo personal, el peso o estatura, la edad y las creencias religiosas. Entonces pensaba en que habría que denunciar a las personas que usan su poder, cualquiera que éste sea, para hablar de chairos o fifís, para menospreciar a los que no piensan, actúan o comparten su sentir, para los que tienen otros datos, para quienes nos dividen como nación, para quienes creen que algunos deberíamos ser separados de acuerdo con nuestras preferencias, en fin. La lista es larga.
La discriminación no sólo afecta a individuos o a grupos, por eso es indispensable recordar que el derecho implica que todos recibamos un trato digno: que se respete nuestra privacidad y confidencialidad, y que se nos garantice la ausencia de coacción y abuso en igualdad de condiciones. Todos podríamos encontrar un momento en el que sin querer, así lo espero, hemos estado en cualquiera de ambos lados de la barrera y deberíamos trabajar para evitarlo.
Yo mejor aprovecho que el primer lunes de marzo para felicitar a mis queridos amigos Flor Castillo, Julieta Basto, Jorge Barrera, Leyla Cortés, Valerie Amador, Normando Reyes y a mi comadre, ahijada y sobrina Cecilia Solís, quienes tienen la fortuna de cumplir años esta semana. ¡Que sea feliz!