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Hace mucho tiempo asumí que haber nacido mujer es un privilegio que sólo tiene la mitad de la población en este planeta y que no hay manera de explicar lo que es vivir de este lado a pesar de que las oportunidades, salarios y otros temas tienen que conseguirse, aún en el siglo XXI, con más esfuerzo y acuerdos.

Tengo que explicar que son varias las capacidades que aprecio, a pesar de que no tome todas las que hubiera podido desarrollar, pero creo que hacer más de una tarea a la vez, tener compasión, llorar sin sentirse que falta a la honra de nadie, dar vida a otro y poder producir alimento necesario para su buena salud, son privilegios de género que no todos tienen.

Sin embargo, la sociedad en la que respiramos nos ha llevado a un escalón mayor a quienes considero desde hace mucho tiempo como mujer maravilla.

Y las que conozco son diferentes a las que vi en la televisión en otra época, que los estudios de televisión de Estados Unidos nos han querido regresar en estos tiempos, aunque las mexicanas que reconozco no utilizan lazos dorados para atrapar a nadie, brazaletes relucientes para defenderse de las balas o botas azules de tacón para caminar.

La versión nacional con la que me ha tocado vivir usa la chancleta voladora para caminar, corregir, defenderse y establecer su don de mando.

Esa fémina que se atreve a establecerse en pareja, que además procrea hijos, que educa a todos los que habitan en su casa y a quienes llegan invitados por sus convivientes, que mantiene en orden una casa, que promueve la paz, la armonía, que además debe desarrollarse en actividad externa para sentirse útil, sea necesario o no. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, en los Estados Unidos Mexicanos hay 126 millones de habitantes, de los cuales 64.540,634, es decir más de la mitad, el 51.2%, son mujeres y los demás son hombres.

Y hay muchísimas que con el tiempo se han tenido que convertir en mamá y papá para crecer a su familia, que además enfrentan, desde hace un año ya, la necesidad de tener el mundo completo en su vivienda. Es decir, la escuela, el trabajo y el centro de entretenimiento están ubicados entre las mismas paredes donde comen, duermen y descansan, con o sin ayuda por asociación o contrato. Creo hoy sin menospreciar a los maravillosos varones que acompañan, apoyan y se asocian con mujeres para hacer familias, negocios, organizaciones, inventos y demás, que el camino todavía necesita más.

Que en México la tasa de participación económica es de 75.8 en hombres y 49.0 en mujeres, a pesar de que cada vez son menos las mujeres que se quedan en casa con la responsabilidad del hogar sin que el desarrollar una actividad laboral sea motivo de evolución en lugar de una urgencia para aportar recursos necesarios para la supervivencia. Mi homenaje es para las mujeres que han decidido ser maravillosas, que aportan, cuidan, ayudan, escuchan, aconsejan, convencen, desarrollan.

Hoy aprovecho que es lunes 8 de marzo para felicitar a todas las mujeres con que he tenido el placer de encontrarme. ¡Que sea feliz!

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