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Como detallamos en la entrega anterior, existe la práctica de la filantropía asistencial y la transaccional, esta última se establece mediante un convenio muy claramente definido, que deben respetar ambas partes; en la filantropía asistencial aparentemente no existe convenio establecido, pero sí lo hay y mucho más importante y trascendental porque los resultados de la observancia de este convenio sólo pueden ser medidos a largo plazo, y eso permite olvidar las reglas y caer en errores muy graves porque de la observancia de este convenio en el caso al que me estoy refiriendo depende la vida del planeta tierra y de los que aquí vimos.

La conducta filantrópica la asume la donadora más importante del planeta, LA MADRE NATURALEZA. Es aparentemente tolerante, pero inexorable en la observancia de la regla transaccional, escrita en todas las lenguas de todas las culturas a través de los tiempos, pero ignorada por este mundo distraído en logros que pretende ganarle a la naturaleza y en lugar de poner su mayor esfuerzo en el cuidado para conservación del planeta se esfuerza en huir, buscando otros lugares adonde ir cuando el destino nos alcance, otro planeta quizá, no tan hospitalario como la tierra, pero será el que merecemos.

A la sacudida que se da el planeta y en la que mueren miles de seres humanos que salen despedidos como gotas de agua cuando se sacude un perro mojado (perdone por la analogía) pueden agregarse otras sorpresas… El momento exige una profunda reflexión y comprender que la filantropía asistencial en realidad no existe, porque siempre debe darse algo a cambio y en este caso estamos enormemente en deuda con la MADRE NATURALEZA. Pero los creyentes sabemos que existe una bella virtud, llamada PERDÓN. ¿Qué esperamos tratando de salvarnos saltando al mar cuando vivimos el peligro de hundimiento? Sería mejor poner nuestro total esfuerzo y salvar la nave… y este esfuerzo se llama AMOR. Como cada quien pueda entenderlo, pero en la inteligencia de que si no lo hacemos correctamente, sin intereses mezquinos, entonces la práctica filantrópica de la NATURALEZA se quedaría en utopía y ésta será LA ÚLTIMA UTOPÍA DE LA HUMANIDAD.

ENTRE OTRAS COSAS. Me comentaron de un empresario restaurantero de Progreso, que se reunió con sus empleados y resolvieron que respetarían las reglas de no salir si no es indispensable y, para este efecto, el dueño hipotecó la propiedad para pagar los salarios reducidos del personal, que se turnaría en la asistencia para mantenimiento del lugar y que, cuando todo vuelva a la normalidad, todos cooperarían para rescatar la propiedad, sin haber perdido nadie su empleo, habiendo cuidado las reglas de higiene y el dueño, recuperaría su negocio. Parece imposible, pero los humanos somos capaces de esto y más.

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