|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Para todos mis admirados colegas (de la A a la Z), sin omitir a ninguno 

Hace poco me preguntaban ¿qué se siente cantar? La verdad nunca me lo habían preguntado, no así; la mayoría de las veces me cuestionan sobre lo que se necesita para llegar trabajar en la música; la típica: como mujer ¿qué obstáculos has debido librar para dedicarte al arte?; otra muy seguida es: ¿qué consejo le darías a las nuevas generaciones que quieren llegar a vivir de esto? Todas son preguntas válidas y de respuesta muy amplia; pero, para serles honestos, nunca me habían inquirido sobre lo que se experimenta al cantar. 

Las canciones son el reflejo de una época y situación determinada; el compositor pasa a ser un artífice de las alegrías o tristezas de una sociedad; un ser capaz de entender desde la más honesta de las intimidades lo que en su entorno causa sensible efecto. Así, pues, los poetas escriben sobre lo que ven y muchas veces, sin querer, ponen el dedo en la herida personal de quien las escucha, nos brindan un abrazo reparador, en mejores casos, y, en excelsas ocasiones, nos elevan el alma hasta casi tocar el cielo. 

Grandes canciones que hablan acerca del abandono y la derrota en el amor, como las de José Alfredo Jiménez, nos han llevado a vibrar con profunda tristeza cada vez que suenan sus primeros acordes, o ¿quién no ha reconocido sentirse enamorado con “Somos Novios” del maestro Manzanero?, por decir apenas algo. 

Si escucharlas causa ese efecto, imaginen lo que es cantarlas frente a un público; el impacto físico y mental es enorme. Dicho de otro modo, cuando cantas, cada palabra que sale de tu boca es real; si hablas de la muerte o la pérdida, tu cuerpo y mente la experimentan con total veracidad; si se trata de algo bonito que nos haga valorar cada fragmento de la vida, es lo mismo. Cada frase implica hacer un recorrido emocional por todo tu ser; en esos dos o tres minutos que dura el tema, nada más existe, nadie más cohabita tu sentir; estás inmerso en un mar de notas, de señales claras de lo que espera tu director que realices, pero, sobre todo, estás viviendo la historia que cuentas. De tal forma, me ha tocado ver compañeros que se quiebran en llanto al entrar al camerino porque han debido dosificar la emoción en el escenario; también he visto con ojos propios, como un intérprete está en franco cuadro de dolor e imposibilitado para pararse por su cuenta y se levanta para salir a dar una presentación como si nada sucediera; aunque, al regreso han debido llevarlo de emergencia al hospital. 

Así es cantar, es un ejercicio único de intenso amor por lo pequeño, por lo detallado de las palabras y su sentido, por la respiración (que nos recuerda que estamos vivos) y por todo aquello que nos conecta con el universo. Y aunque al hacerlo te sientes de muchas formas, en todas ellas hay una constante, cantar es como volar con los pies anclados en la tierra de nuestro propio corazón.

Lo más leído

skeleton





skeleton