La esencia de la destrucción o guía práctica de lo infame

Emma Isabel Alcocer: La esencia de la destrucción o guía práctica de lo infame

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Toda destrucción cuesta muertos y fantasmas, nos sale al precio de la tristeza y, muchas veces, desafía nuestra capacidad de vivir. Algo sucede en nuestro cerebro cuando nos ahorcan el alma, se pierde una parte de lo que somos y a veces resulta imposible seguir adelante. A todos nos ha tocado la mala suerte de ser destruidos parcial o totalmente por alguna otra persona, a este tipo de destrucción me refiero, a ese que responde al instinto depredador de algunos seres humanos que se regocijan en el dolor ajeno; dando como resultado la lista negra de las desgracias: niñas violadas, madres huérfanas de hijos, hijos huérfanos de madres, familias que matan en vida a miembros de su propia familia, padres que asesinan con la frialdad del abandono e incumplimiento hacia sus deudores y deberes, líderes que abusan de su poder y lo convierten en una daga contra la yugular de sus subordinados, lealtades y compromisos traicionados, en fin, la lista se vuelve interminable y, toda ella, resulta en destrucción.

Las religiones cristianas nos enseñan que perdonar a nuestros detractores es el único camino de redención personal, lo único malo es que no nos dicen cómo hacerlo y tampoco nos explican cómo seguir adelante después de hacerlo, son lagunas espirituales que deben ser aclaradas en algún momento por los maestros en la palabra de Cristo, por mencionar el grupo de religiones más populares en nuestro continente. Con todo, como tú, he sufrido el estigma de la destrucción, el ultraje y la pérdida, y quiero comunicarte que si bien nos suceden, primero, no nos definen, segundo, no nos disminuyen y, tercero, que si ocurren en nuestra vida no es por algo, es únicamente por la mala entraña de otro u otros seres humanos; dejemos de endiosar el dolor como si un destino predeterminado nos obligara a pasar por él, no, mil veces no; lo que sí es cierto es que una vez derrotados tenemos el deber imperativo de recuperarnos, no es opción, es mandato, se lo debemos a la oportunidad cósmica que se nos otorga de “estar vivos”; debemos asumir que quién nos daño es de una humanidad inferior a la nuestra y, entonces y sólo entonces, otorgarnos el regalo de perdonarlos, esto para nuestro bien, no el del agresor, sino única y supremamente para el nuestro; después, soltar al universo ese karma y dejar que él mismo equilibre esa mala energía que fue depositada en ti; hecho todo lo anterior, reconocer y aceptar que ya no somos los mismos de antes que nos sucediera y aprender a amar esas novedades de nuestro ser, darnos tiempo de reconocer e identificar las fortalezas y sabiduría que nos dejó la experiencia y, por último, transmitirla de forma respetuosa y generosa a quién desee escuchar (no todos están listos o en posibilidad para aprender de nosotros y es válido al 100%).

Me costó sueños y desvelos aprender todo este proceso, es seguro que aún lo domino solo teóricamente, pero mientras siga viva, como tú, seguiré intentando dominarlo en la práctica. Al final de todo, de esto se trata la vida, de aprender a ser felices en la búsqueda, en la oportunidad y hacer que cada bum, bum del corazón retumbe en el Universo.

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