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En el 2016 pude conocer el infierno de vivir con el miedo a morir, un miedo que te acompaña a todos lados todos los días; estaba claramente amenazada por la persona con la que compartí once años de mi vida. Sola (porque existe una suerte de abandono social y personal en este tipo de situaciones), con dos peques, en fin, la historia de muchas, desafortunadamente. Pude asesorarme con un grupo que me indicó palmo a palmo qué hacer en un caso como el mío; los protocolos de acción cuando una persona está en situación de violencia son claves para sobrevivir o ser un número más en las estadísticas, quiero dejar esto muy en claro como referencia para quienes estén pasando por lo mismo y sientan que pueden solas con el gran paquete; no es posible, la ayuda externa profesional y multidisciplinaria es imprescindible. Como un resultado de las indicaciones que recibí se me ocurrió un proyecto, desde el primer instante supe cómo se llamaría, “Mujer, fuerza y música”, una conferencia que informe, visibilice y fortalezca a las mujeres en torno a la violencia de género, pero, aquí el ingrediente especial, con música, porque obviamente, conozco el poder que posee como herramienta didáctica y neurocientífica. Así nació esta experiencia que ha llegado a un buen número de personas desde el 2017, año en el cual se consolidó de la mano de especialistas en la materia; se trata de una charla que hilvanado, entre la teoría y la música, el poderoso mensaje de la violencia, así pues, resulta ser que quienes pueden experimentarla conocen más del tema, reconocen los tipos de violencia y, en el mejor de los casos, son capaces de encontrar la esperanza detrás de la oscuridad. La música nos permite dar saltos cuánticos en la comprensión y sensibilización del tema, crea un espacio de confianza e intimidad con uno mismo y los demás, crea un espacio para entender que somos más capaces de reaccionar y convertir en acciones nuestros pensamientos; entre otras buenas cosas.

Creo que la magia de este proyecto proviene de su origen, no surge como una forma de protesta, como lo son la mayoría de las propuestas del activismo feminista, no surge como una búsqueda de levantar la voz hasta llegar a los gritos o las pintas que son igual de violentas como la violencia que atacan; surge de la búsqueda de darle la vuelta a una vivencia personal muy negativa para convertirla en algo útil para la sociedad; promueve la resiliencia y la capacidad natural que tenemos todos los seres humanos de ser mejores cada día después de la adversidad.

Hoy agradezco las muchas muestras de afecto y cariño de quienes han podido vivir este proyecto, ya sea como parte del equipo de especialistas o desde la audiencia; agradezco haber tenido la oportunidad de cantarle a las mujeres aguerridas y valientes de la UNAM, desde la cátedra de Derechos Humanos, gracias doctora Gloria Ramírez, titular de dicha cátedra; aprecio de forma especial que el Mtro. Pedro Carlos Herrera me haya acompañado con su bello piano desde el inicio de todo esto. Mi persona se ha engrandecido con la fortaleza de madres que han perdido a sus hijas, con la sabiduría de las supervivientes a la violencia psicológica, la que no se ve, pero duele por siempre, con la luz de las mujeres que reconocen vivir en la zozobra y que ya nunca más lo permitirán.

Gracias, “Mujer, fuerza y música” 

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