El sur invisible

No todos los niños gozan de las vacaciones escolares: en comunidades perdidas de la geografía peninsular agotan sus días de asueto trabajando

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No todos los infantes gozan de las vacaciones escolares. Los niños de comunidades perdidas en la geografía peninsular agotan sus días de asueto trabajando en la milpa o en la limpieza de los hogares. Por las tardes juegan con sus tirahules o papagayos o ya en plena socialización platican mientras paladean ciruelas con sal y chile. Dentro de todo lo limitado, esos niños son felices. Sus apetencias no pasan por bañarse en el mar, muchos ni siquiera lo conocen, para ellos el mundo es monte inmenso.

En contraste, los niños del sur invisible de la ciudad aprenden cómo resolver los entuertos de la urbe. Pequeños y pubertos juegan por las noches a ladrones y policías.

Llegan a donde supuestamente se encuentra un tendejón, amedrentan al dependiente y en seguida se escapan con lo hurtado; en ese momento aparecen los policías, montados en sus bicicletas y corretean por todo el fraccionamiento y colonias aledañas a los jugadores que militan en el bando maloso. Los atrapados son amarrados con sogas y remolcados hasta el patio acordado como prisión. Los escapados están obligados a liberar a los presos, así que elaboran estrategias que les permitan neutralizar a los policías. El juego no es aburrido porque los chicos elaboran estrategias cada vez más complicadas tanto para hurtar como para capturar a los supuestos malandros. Este juego puede duran varias horas, los mayores observamos con curiosidad el grado de dificultad que va imponiendo el juego.

Aprendiendo a aprender, digo en sigilo, para no lastimar a algún vecino. Los contextos culturales son parte de la educación, decía Malinowsky. Cómo le gustaría a padres y madres de estos pequeños que sus hijos se divirtieran de otra manera. ¿Pero cómo? Si a kilómetros a la redonda no hay parques, espacios infantiles o canchas de juego. Ir al cine, además de oneroso, está a dos camiones de distancia. Los parques lineales, o paseo de henequenes, están pensados para los del norte. Ni qué decir de ir a bañarse al mar, eso vale una quincena. Aquí en el sur, fuera del Periférico, los niños se programan mentalmente para sobrevivir.

Mucho cambiaría el sur si contara con centros culturales, en donde los niños aprendieran literatura, danza, pintura, todo eso que a los norteños les sobra. Es cierto, la cultura no es inversión redituable electoralmente, pero es buena previsora de la violencia. El reencarpetamiento de la 86 y la 50 sur reditúa votos, así que toda opinión sale sobrando.

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