Lo lamento
Conocí hace muchos años a un joven carismático, inteligente y con un talento sobresaliente para la oratoria.
Conocí hace muchos años a un joven carismático, inteligente y con un talento sobresaliente para la oratoria. De esas personas que se recuerdan fácilmente por siempre. Después, ya hombres, nos encontramos en la Ciudad de México y su actitud desbordada de gusto por el encuentro aumentó la ya existente simpatía que tenía por él.
A mi retorno a Yucatán hace unos 3 años, me entero por comentarios aislados que la persona por la que yo sentía tanta simpatía y admiración por sus logros académicos y sociales era una persona despreciable por el trato déspota y grosero que daba a sus subalternos.
Lo pasé todo por alto, pensando que el éxito es algo que no le perdonamos a nadie y que él era una persona sobresaliente con un fuerte temperamento característico de los buenos actores. Pero me di cuenta que nadie opinaba como yo y quienes lo habían tratado, empleados hombres o mujeres y personas que tenían relación con él desde posiciones laborales subordinadas, eran maltratados y permanentemente ofendidos y amenazados.
Volví a sonreír y comentar que estaban exagerando.
Pero, ante lo innegable, lamenté profundamente que una persona de la que se espera un trato educado y cortés, como importante representante oficial de la cultura y de las artes, tuviera una imagen pública tan desprestigiada y lamenté también que las autoridades superiores a él toleren su conducta.
Ahora, con la agresión verbal y amenazas al conocido periodista Martiniano Alcocer, queda totalmente al descubierto algo que Jorge Esma Bazán nunca ocultó, pero encubrió la tolerancia y conveniencia de víctimas que pensaban más en su seguridad social y personal que en su dignidad.
No se puede tratar a nadie de esa manera y mucho menos a un periodista, porque ese acto intimidatorio nos agrede a todos y se constituye en una amenaza contra la libertad de expresión.
Reconozco que estaba equivocado y lo lamento.