|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El pasado martes 22 de octubre la columna Con tirahule cumplió un año de publicarse en NOVEDADES YUCATÁN. Mi agradecimiento a los amables lectores. Ellos me han permitido seguir con vida sin que el jefe Martiniano me dirija un tirahulazo para suprimir estas colaboraciones.

En este primer aniversario doy las más cumplidas gracias a esta casa editorial, que tan generosamente me ha abierto sus puertas; a don Martiniano Alcocer Álvarez, editor de El Poder de la Pluma; a los escritores que nos proveen de abundante material de cacería y a los batidores que envían buenos gazapos hacia nuestra resortera.

Mientras la salud nos lo permita, continuaremos de caza en “el proceloso mar de la letra impresa”, como dijera Nikito Nipongo -inspirador de esta columna- al pescar sus gustadas perlas japonesas.

LA PLANCHA DEL ZÓCALO

Un periódico de la Ciudad de México describe la invasión de la Plaza Mayor de esa gigantesca urbe por personas que protestan contra el maltrato animal. El mismo diario vierte la siguiente información: “Debido a la presencia de los activistas en la plancha del zócalo capitalino, elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana cerraron la circulación en la avenida 20 de Noviembre”.

¿Qué es la plancha del zócalo? Tras consultar el Diccionario de la Lengua Española advertimos que ninguno de los doce significados de la palabra “plancha” corresponde a la idea perseguida por el redactor. Según el Dele, la voz plancha nos indica una lámina o pedazo de metal llano y delgado respecto de su tamaño; un utensilio triangular de hierro que tiene una parte plana y un asa que se coge para planchar; acción y efecto de planchar la ropa; conjunto de ropa planchada, y así por el estilo.

En lugar de plancha debió de escribirse “explanada”, espacio de terreno allanado o aplanado. Certera pedrada dirigida a ese desatino nos permite cobrar la pieza para guardarla en la alforja.

¿Y “zócalo”? Esta palabreja se refiere a un pedestal o al cuerpo inferior de un edificio u obra, que sirve para elevar los basamentos a un mismo nivel. Sin embargo, el uso incorrecto de ese término ha hecho que, como última acepción, el Diccionario nos diga: “Méj. Plaza principal de una ciudad”.

Aquí los académicos de la lengua española impropiamente han dado a la voz “zócalo” un significado que no corresponde a la etimología latina de ese vocablo, soccus, que quiere decir una base o apoyo.

Esta columna nunca llamará zócalo a la Plaza Principal de Mérida. Estimados lectores, ¿se imaginan que al entonar esa preciosa canción Flor con alma (Pasó una chiquilla... por la Plaza Principal, fiú, fíuuu?) los trovadores meridanos canten Pasó una chiquilla... por el zócalo? ¡Qué horror!

Hasta el próximo tirahulazo.

Lo más leído

skeleton





skeleton