Cuestiones del idioma: culo y culín
Felipe Escalante Ceballos: Cuestiones del idioma: culo y culín
La semana anterior mencionamos en esta sección algunos significados de “culo”, afirmamos que esa palabra no es ofensiva ni propia de malhablados y citamos tres casos que así lo corroboran. Como algunos de nuestros lectores nos pidieron más ejemplos, les comparto las siguientes anécdotas:
ASIENTA EL CULO. Una apreciada dama de la alta sociedad emeritense, cuyo nombre no digo para evitar un desliz, hace algunos años fue de paseo a Madrid con su cara mitad. A su arribo a la capital hispana un familiar suyo los invitó a cenar otro día en un comedero de postín.
En la fecha convenida nuestros paisanos llegaron puntualmente al convite y al entrar al restaurante se dirigieron hacia una mesa previamente reservada; al verlos, el pariente se adelantó unos pasos, discretamente acercó una silla y con gesto galante y amables palabras invitó a su consanguínea a sentarse: “Asienta el culo, prima”.
Al oír aquello nuestra conocida se quedó de una pieza (sorprendida de ver u oír algo que no esperaba); luego, entendió que en la península ibérica la palabra “culo” no es descortés, por lo que tomó asiento donde se le indicaba y disfrutó ampliamente de las exquisitas viandas, los finos vinillos, los deliciosos postres y la entretenida charla con su esposo y el primo. Hasta la fecha esa distinguida señora no olvida el episodio.
UN CULÍN DE SIDRA. Un día del 2009, mi esposa y yo recorrimos durante varias horas el Parque del Retiro, en pleno centro de Madrid. Al salir de ese bellísimo jardín, caminamos por el Paseo del Prado, en busca de un buen lugar para calmar las exigencias de los jugos gástricos. A pocos pasos de la fuente de la Cibeles advertimos la existencia del restaurante Casa Parrondo, cuya carta ofrecía las exquisiteces de la cocina gallega y sidra de manzana para acompañarlas.
Por la abundancia de parroquianos el lugar parecía ser un buen sitio para saciar el apetito; entramos al establecimiento y el recepcionista nos instaló en la única mesa disponible, al fondo del local.
Tras ordenar algún platillo de los afamados mariscos de las rías de Galicia, solicité al camarero –no mesero-, una sidra de manzana para acompañar las viandas. El buen hombre me propuso: ¿Le pongo un culín? Con cierto regocijo acepté la propuesta, mas me decepcioné al advertir que en un vaso corto el amable señor me servía una exigua ración de la deliciosa bebida. (Aclaro: la decepción fue por la poca cantidad de la sidra de manzana y no por otra cosa).
Según el Diccionario de la Lengua Española, culo es una pequeña porción de líquido en el fondo del vaso. Repetimos: en España esa palabra no es malsonante.
Hasta el próximo tirahulazo.