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El 11 de marzo de 2004, España sufría uno de los peores atentados de su historia, en la estación del metro de Atocha, con varias mochilas explosivas el grupo terrorista Al-Qaeda dinamitaba vagones del metro causando la muerte de 191 personas e hiriendo a 1,858 más, ¿acaso podrían con la misma frialdad hacer estallar el tren después de haber visto a la abuela acariciar a sus nietos y disfrutar de su inocencia?, ¿apretarían el detonador después de ver cómo transcurren los meses de amor de los enamorados y conocer sus esperanzas y planes de matrimonio?, probablemente soy muy ingenuo y lo harían, no lo sé.

Unos meses después, leí la noticia de una mujer que se suicidó porque en un atentado de este tipo su esposo había muerto, en los tres meses posteriores al atentado enterró a su esposo y vio vaciarse su vida de esperanzas y de compañía, el café de la mañana se hizo insípido sin el esposo con quien compartirlo, las tardes se volvieron eternas en la soledad de su casa y las semanas y los meses le fueron arrebatando las últimas fuerzas de vida, hasta que ya vacía de vida decidió acabar ese vacío con el vacío de la muerte y colgándose le dio fin a la última muerte del atentado terrorista, porque ella más que matarse fue asesinada lentamente desde la muerte del marido hasta el último día que respiró, sé que su suicidio fue una locura, una tan grande como los tres meses de lenta agonía que los terroristas prepararon para ella.

Porque han de saber que más que sus manos, fueron las de los terroristas las que compraron aquella soga y fueron ellos quienes la pasaron por su cuello y fueron ellos mismos quienes en un último acto de sin razón han pateado la silla sobre la que se encontraba parada.

Porque los terroristas en Madrid o en cualquier otro lugar del mundo no han matado únicamente a los que fallecieron en una explosión, han arrancado la vida de cientos y miles de corazones de hermanos, de padres, esposos, tías, hermanas, que han muerto lentamente ante la ausencia del amor cercenado brutalmente.

Imagino que es probable que el infierno solo sea ver eternamente la consecuencia de nuestros actos y que uno tras otro los terroristas vivan la angustia, traguen la amargura, sientan en los huesos el dolor y la soledad de aquellos angustiantes tres meses, antes de colocarse en el cuello aquella cuerda que ingenuamente creen los liberará de esa tortura.

La violencia es la castración de todo lo humano, la putrefacción de todo aquello que de divino y realmente humano tiene la persona en sí misma, es la negación de lo humano en la humanidad, es un atentado contra sí mismo y es por ese afán autodestructivo que se encuentra en el corazón de lo maligno y de la maldad, es por eso que es y siempre ha sido la hija predilecta de Satán.

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