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Para comprender la emergencia nacional y la inseguridad que se vive en algunas regiones del país y que reconoce el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, es importante conocer los contextos en los que se mueven los grupos del crimen organizado.

El negocio de la droga tiene distintas fases: producción, transporte, tráfico, mayoreo y distribución y venta minorista. La prohibición y la fuerte aplicación de las leyes producen concentración en las etapas intermedias (tráfico) y fragmentación en los extremos (producción y menudeo).

Por eso los cárteles concentran en pocas manos el transporte y el contrabando y, por el contrario, hay muchos campesinos que la producen y vendedores. El gran negocio está en la concentración en la etapa intermedia (1).

Los campesinos y los vendedores rápidamente son reemplazados cuando son apresados, muchos agricultores son obligados al cultivo de la droga y cuando se resisten les quitan sus tierras o los matan.

Los vendedores callejeros también son asesinados cuando disputan la plaza bandas criminales. Esto trae como efecto altas dosis de violencia, pues al ser el narcotráfico una empresa ilegal, los asuntos se dirimen con la ley del más fuerte, con la omisión o complicidad de las autoridades en algunos casos.

Analicemos la propuesta de la Guardia Nacional y la participación de las fuerzas armadas. El almirante José Rafael Ojeda Durán externó ante los senadores la idea de “hacer un policía profesional, con disciplina militar, que respete los derechos humanos”, pero en un estudio que realizó el CIDE “Cómo las intervenciones de los fuerzas de seguridad alteran la violencia.

Evidencia del caso mexicano”, de la Dra. Laura Atuesta, se revela que “las intervenciones de las fuerzas públicas de seguridad tienden a fragmentar aún más a las organizaciones criminales, y estos cambios a su vez producen violencia”, pero además solo basta recordar que el grupo más sanguinario del narcotráfico, el Cártel de los Zetas, fue fundado por militares que pertenecían a los Gafes, que son la élite del Ejército.

Es verdad que se necesita una fuerza de seguridad que sea capaz de enfrentarse a los delitos de alto impacto: homicidios doloso y culposo, violación, secuestro, extorsión, robos con violencia, a casa habitación, negocio, transeúnte y de gasolina.

Pero el estilo de la “cuarta transformación” es centralizar el poder y para combatir a las bandas criminales se necesita voluntad para aplicar la ley y que sea un grupo amplio que le dé seguimiento a las acciones.

La persecución de los grandes narcotraficantes no será una prioridad porque ya existen negociaciones para legalizar las drogas, al menos de manera inmediata la mariguana.

¿Y con quién se va a negociar? Con los grandes productores, que hoy están en la ilegalidad.

1) Bergman Marcelo, Drogas, narcotráfico y poder en América Latina, 1ª. Ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2016, Pág. 20.

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