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En el Hospital Agustín O´Horán -llamado hospital de los pobres-, había una simpática, inquieta, gordita y platicadora trabajadora social, Lizbeth Margarita Durán Pacheco. Era quien solucionaba problemas de los pacientes que llegaban con mucho dolor y con escaso dinero en busca de cura.

Más de una vez llevó ropa para los recién nacidos y para las mamás que llegaban con lo único que traían puesto y un par de sandalias. No fueron pocas las veces que cruzó al albergue San Vicente de Paúl para solicitar a las Hermanas de la Caridad ropa para los bebés y sus madres.

Con alguna frecuencia llamaba a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) para recordar a sus contactos que manden agentes para que donaran sangre y de paso checar su salud. Algunas veces llegaban mujeres y ancianos solos para que se les atienda y al no haber familiares para que donen sangre Lizbeth Durán salía a la calle a buscar a un donador.

Liz Durán solía pedir a doctores y doctoras que le regalaran medicinas para algún niño o niña o adulto grave. Les decía a sus compañeros médicos que alguna paciente podía ser su madre y al final le otorgaban las medicinas para los enfermos más pobres.

Era común que entraran dolientes en situación de emergencia y sin recursos, pero en esos casos Lizbeth Durán había formado un grupo de benefactores que la apoyaban con el pago de estudios que se requerían en clínicas privadas. Sus benefactores eran empresarios, políticos reconocidos y pastores de diferentes iglesias; a algunos presidentes municipales la trabajadora social les recordaba que había pacientes de su localidad internados y les pedía que fueran a pagar la atención de aquéllos. Muchas veces Liz, como le decían de cariño sus compañeros, compraba medicinas para sus enfermos que en su mayoría no conocía.

Comenzó a trabajar en el O´Horán en la cocina. Luego tomó cursos para estar en el conmutador contestando y haciendo llamadas para localizar a familiares de internos que no estaban enterados de que su familiar estaba ingresado; decenas de médicos también recurrían a ella. Mientras trabajaba terminó su preparatoria como técnica en trabajo social, después cursó la licenciatura, maestría y doctorado en tanatología.

Lizbeth siguió laborando durante la cuarentena ocasionada por la pandemia y se contagió. Una epidemióloga con la que compartía cubículo, aunque tenía Covid-19 seguía acudiendo al hospital para conservar su tarjeta perfecta y recibir un estímulo económico anual, pero nunca le comentó a Liz que podía contagiarla.

Lizbeth falleció a las 8.30 a.m. del pasado jueves 20 luego de sufrir tres infartos; a las 11 de la mañana sus compañeros de Hospital de Alta Especialidad (HRAEPY) la despidieron después de cumplir los protocolos; sus familiares sólo observaron la caja mortuoria, que luego trasladaron al O´Horán en donde sus colegas le dijeron adiós con aplausos. Descanse en paz Lizbeth Margarita Durán Pacheco.

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