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Hacia 1808, justo antes de las convulsiones de la monarquía española, el peso fuerte con el busto de Carlos IV y poco después, con el de Fernando VII, circulaba con gran asiduidad en mercados asiáticos, europeos y americanos. La Real Casa de Moneda de México era un bastión ejemplar de manufactura monetaria y producía numerario en la Nueva España bajo principios establecidos por un poder central: la corona española. En 1847, durante la guerra entre México y Estados Unidos, la Casa de Moneda de México estaba bajo control de la compañía británica Manning & Mackintosh, que acuñaba de acuerdo con la incierta producción argentífera y en cantidades dictadas por sus intereses. Por ende, conviene pensar cómo casi cuatro décadas de transición política y económica pudieron trastocar trescientos años de relativa uniformidad monetaria, ¿qué ocurrió con la acuñación, circulación y uso de la moneda en la transición de virreinato a nación independiente?, ¿cuáles fueron las herencias y rupturas que el peso de águila republicana tuvo con respecto a su antecesor afamado, el real de a ocho? Esto y más se cuestiona el Dr. Ricardo Fernández Castillo, autor de “Los enigmas en la formación del sistema monetario mexicano durante la transición de virreinato a nación independiente”, investigación que recibiera el premio a la mejor tesis doctoral por El Colegio de México.

El 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo, párroco del pueblo de Dolores, situado en el Bajío, inició una insurrección en el corazón de una planicie fértil con fuertes articulaciones económicas e interdependencias regionales. La minería y el beneficio de metales, sin saberlo el cura, daba el primer paso significativo para trastocar un orden monetario que hasta entonces había funcionado de manera eficiente, si bien no exento de escollos como la escasez de circulante, el contrabando de metales preciosos y las falsificaciones.

Los líderes insurgentes que sucedieron a Miguel Hidalgo y Costilla luego de 1811 acuñaron monedas de cobre para financiar a sus ejércitos y fijar límites jurisdiccionales con respecto al Gobierno virreinal. José María Morelos y Pavón, la Junta Nacional Americana y el Congreso de Chilpancingo acuñaron con grabados alusivos al pasado prehispánico, empleando por vez primera al águila como signo de soberanía y legitimidad. Actividades que provocaron no sólo la ruptura del monopolio de la ceca de México, sino la existencia de distintos ámbitos monetarios y comerciales. La provincia de Tecpan, creada por la junta rebelde de Zitácuaro, conjuntaba territorios de las antiguas intendencias de Valladolid, México, Puebla y Oaxaca, involucrándolas en un proyecto constitucional que contemplaba la circulación de la “moneda americana” distinta a la moneda acuñada en la ceca de México y sus homólogas de provincia. Aunque sus proyectos monetarios y políticos sufrieron una interrupción en 1815 con el fusilamiento de Morelos, los grabados insurgentes serían posteriormente contemplados durante el México independiente.

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