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Seguramente usted, como nosotros, ha constatado que trasladarse en vehículo de un lugar a otro de Mérida ya no es la cosa fácil que solía ser digamos hace 10 años. Ahora desde el Centro Histórico hasta el Periférico nos encontramos con embotellamientos que nos cuestan tiempo, dinero y esfuerzo, como subraya Novedades en la portada de su edición de ayer lunes. “Tráfico quita a Mérida más de mil millones de pesos”, señala el título de esa nota, que nos obliga a hacer un par de reflexiones.

La primera es que la capital yucateca no tiene verdaderamente un plan de desarrollo para el corto, mediano y largo plazos, o si lo tiene, es letra muerta si se toma como evidencia el estancamiento de su sistema de vialidades.

El traslado mediante vehículo de uno a otro punto de la ciudad es una sangría que merma los ingresos, precarios en muchos casos, de las familias, y aunque de este problema existe conciencia desde hace al menos dos décadas, poco o nada se ha hecho para reducirlo.

Tenemos que recordar que desde tiempos del gobernador Patricio Patrón Laviada ya se hablaba de que Mérida necesita un “Segundo Periférico”, al que en un proyecto se le denominó Anillo Vial Metropolitano.

Ese “Segundo Periférico” ya debería estar funcionando para desahogar aunque sea en parte los embotellamientos cotidianos que padecemos. Pero el proyecto nunca se ha concretado, por razones que desconocemos y sobre las cuales solo podemos especular. Algunas cosas que se saben es que cuando se anunció originalmente el plan, allegados al gobernador que citamos líneas arriba compraron, pagando barato desde luego, terrenos que estarían en donde pasaría la nueva, amplia vía.

Esa viveza de especuladores molestó a funcionarios de las siguientes administraciones, sobre todo a los que no fueron avisados oportunamente del “negocio”, que no solo maniobraron para perjudicar a sus rivales, sino que bloquearon el proyecto, colocándolo en el cajón de los olvidos.

En el complicado problema del transporte urbano de Mérida no podemos omitir que también ha faltado voluntad política (“amígdalas”, como dijo alguna vez el futbolista Hugo Sánchez), es decir, que los gobernantes no se han atrevido a emprender un proyecto que no solo absorbería gran parte de sus presupuestos anuales, sino que concluiría quizá después de su período, cuando alguien que incluso no fuese de su mismo partido cosecharía los beneficios electorales de tales avances.

En fin que quizás alguna vez veamos que alguien ataque de verdad el problema, cuando ya hayamos llegado a un extremo insoportable. Mientras tanto podemos subrayar el último párrafo de la nota que citamos al principio: “El promedio que cada persona pierde (en el caos vehicular) es de 100 horas por año, lo que equivale a 11 días adicionales de vacaciones. ¿A usted no le gustaría ahorrar para darse un descanso de aunque sea una semanita?

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