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Lo hemos dicho y ahora que cerramos un año más lo reiteramos: sin el fomento decidido de los valores humanos, de una ética y una moral integrales, y sin la defensa plena y consciente de la familia tradicional, nuestro país no tiene futuro y seguirá viviendo un presente convulso.

La nuestra es una opinión mínima, un grano de arena en un inmenso desierto. En cambio, la voz de la Iglesia Católica ha pesado y sigue pesando en la conciencia de la mayoría de los mexicanos, a pesar de que ciertos medios de comunicación solo publican notas relacionadas con la milenaria institución si se trata de escándalos en los que se ven envueltos algunos curas que han perdido el rumbo y caído en la aberración de la pederastia.

Así y todo, la Arquidiócesis Primada de México, en el editorial del más reciente número de su semanario “Desde la fe”, alza la voz para señalar que, como creemos muchos, “el gobierno tiene una imperante obligación, y un compromiso hecho para terminar con la violencia, la inseguridad y la corrupción”, a las que califica como los principales males del país, y que comienzan en la base del núcleo social: la familia.

Sin temor a reacciones negativas, la voz de la máxima instancia de la Iglesia Católica mexicana nos recuerda que “el fin de la corrupción no solo depende de las políticas públicas, sino (también) de la justicia y honestidad de cada uno de los miembros de las familias, instituciones educativas, empresas, instituciones religiosas y agrupaciones de cualquier tipo”, y por eso es urgente que todos nos involucremos en “motivar e impulsar la construcción de una sociedad justa, honesta e íntegra”.

El llamado de la Arquidiócesis, que Novedades Yucatán reprodujo ayer en su portada principal y la primera plana de su sección País y Mundo, viene a plantearnos abiertamente a todos la responsabilidad que tenemos de luchar contra esa tercia de lacras que vergonzosamente florecen desde el seno familiar. La Iglesia Católica sabe esto y por eso en ese editorial llama a todos a que “acabemos con los actos que, de uno en uno, terminan por afectar nuestra individualidad, y que, sumados uno con otro, lastiman a nuestras familias, y que, multiplicados por millones, desarrollan una dolorosa enfermedad social”.

Ahora que cerramos un año perdido en casi todos los rubros, sería altamente positivo rehacer nuestras palabras, actitudes y acciones para insistir en empujar a fin de que México sea hogar feliz para cada vez más millones de mexicanos, y qué mejor que la base de ese trabajo sea la lucha a la que convoca la Arquidiócesis Primada de México, contra esos tres jinetes apocalípticos que azotan al país, como son la violencia, la inseguridad y la corrupción, a los que nosotros agregaríamos la impunidad.

¿Cómo lo ve? ¿Podríamos con la tarea? Va de por medio nuestra existencia como sociedad sana y desarrollada. No podemos quedarnos más como estamos.

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