Regalar pescado entre los pobres
El poder de la pluma
El mayor daño que el sistema mal llevado del ejido henequenero les hizo a los campesinos fue transformar su mentalidad para infundir profundamente en ellos la corrupción como una “forma natural de vida”. ¿Por qué no vamos a robar (el dinero “del gobierno”) nosotros si los de arriba roban?, argumentaban si alguien les señalaba su mala conducta. Se acostumbraron a robar y ver que se roben los recursos públicos y, entre otras cosas, a desvirtuar y llevar a la ruina cualquier programa de ayuda que se les diera.
Por eso es difícil o imposible llevarle la contraria al presidente Andrés López cuando usa como argumento para sus programas o ideas que la corrupción está muy presente y viene de regímenes anteriores, que es la causa del grave atraso que sufren prácticamente todos los sectores del país, y que es necesario combatirla ya. Y tal grave flagelo social está presente incluso, o sobre todo, en la actividad política.
Por desgracia, en el año que llevamos del actual sexenio no hay ningún signo que nos permita pensar esperanzados que la corrupción va a ser reducida, sometida y castigada. El mal está presente en el agravamiento de los índices de inseguridad, y hasta en la conducción de programas sociales, por ejemplo los dirigidos contra el desempleo.
Muy poco o nada se está logrando contra la corrupción, y lo peor es que los millones de herederos de aquellos primeros corruptos en todo el país, un gran porcentaje de los cuales se sienten defraudados porque el presidente López no les está dando todo lo que les prometió en sus campañas, pueden propiciar, si las manifestaciones de inconformidad crecen, un cambio de partido en el poder y un viraje nacional, con el grave inconveniente de que solo sería una variación cosmética, que no nos dejaría aprendizaje alguno para sacar a México de los círculos viciosos que incluyen la ignorancia, el desempleo y la pobreza.
Con todo lo bueno que puedan tener los actuales programas que se basan en regalar dinero a los sectores más pobres, no dejan de tener el grave inconveniente de fomentar la falta de iniciativa propia para salir adelante, y de formar en la mente de los beneficiados con esas dádivas una pobreza intelectual y espiritual que suele ser la principal característica de los pueblos sin futuro, acostumbrados al tutelaje de los poderosos, y que repiten aquella frase común entre los antiguos ejidatarios sometidos: “Dime perro y dame pan”.
Quienes con presunta buena intención quieren regalarles todo a los pobres olvidan el milenario proverbio chino que enseña: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Si el hambriento no puede esperar darle un pescado es correcto; pero sería muy malo si lo que logramos es hacerlo cínico y acostumbrarlo a que lo mantenga “papá gobierno”, ¿no le parece?