|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Como al desgaire mencioné el otro día que estaba leyendo “El libro de la filosofía”, una obra que no tiene un autor sino siete colaboradores, además de un gran equipo de revisión. Esa lectura, más el hecho de que me puse a limpiar uno de los tres estantes que forman mi minibiblioteca, y por inercia también a reordenar las obras, hacen que esta voluble columneja se incline hoy por los libros.

Remover mis libros me hace viajar al pasado, recordar anécdotas, experiencias y vivencias relacionadas con varias o muchas de las obras literarias que han caído en mis manos y se han quedado conmigo.

A casi medio siglo todavía recuerdo lo maravillado que me sentí cuando entré por primera vez en una biblioteca. Era la del Tecnológico de Mérida, donde encontré a Gustavo Adolfo Bécquer y su icónica obra “Rimas”. Ahora tengo un tomo de textos selectos del sevillano, cuyo genio relumbra desde el prólogo de esa recopilación.

Entraba yo a la biblioteca y pedía el ejemplar de tapas rojas de “Rimas”, y después de una o dos horas lo solicitaba para llevarlo conmigo el máximo de días que estaba permitido. Repetí la operación varias veces, y anduve por las calles de Mérida con esa obra de Bécquer bajo una axila.

Como estudiante de pueblo llegado a la gran ciudad, me era difícil gastar en la compra de un libro nuevo. Una vez en una librería de viejo conseguí una de las obras quizás menos conocidas de otro grande español, que ése sí llegó a viejo (Gustavo Adolfo murió a los 34): Camilo José Cela, que me embrujó con su “Oficio de tinieblas 5”, al que le hice poner tapas duras.

A estas alturas estoy seguro de que ésa no fue de ninguna manera la mejor de sus obras, salida a la luz en 1973 (yo la leí en 1988), y él mismo dice en brevísima presentación del libro que “naturalmente, esto no es una novela, sino la purga de mi corazón”. En realidad no tenía un argumento, sino imágenes dispersas, oraciones largas que podían tener continuación muchas páginas adelante. Pero a mí me encandiló la sabiduría del novelista, periodista y actor que con el tiempo ganaría numerosos premios, incluyendo el Cervantes y el Nobel de Literatura.

Más adelante quizá tenga usted paciencia para leer algunas otras anécdotas relacionadas con mis libros, que a su vez le hagan recordar a usted otras que haya tenido con los suyos.

Por lo pronto, para no perder la costumbre de referirnos a la política, permítame reproducir una frase que “El libro de la filosofía” destaca del pensamiento de Nicolás Maquiavelo: “¡Cuán difícil es para un pueblo acostumbrado a un príncipe preservar su libertad!”. No sé a usted, pero a mí tal pensamiento me parece fácil de relacionar ya sea con las siete u ocho décadas más recientes de la historia política de nuestro país, o solamente con los últimos años, poniendo la mira en las elecciones de 2021. Cosas que le pasan a uno por la cabeza...

Lo más leído

skeleton





skeleton