Vocación profesional, ¿una cuestión genética?
El poder de la pluma
Desde el área de Zapopan, Jalisco, donde está viviendo ahora por cuestiones de trabajo, mi hijo menor, que es biólogo, me manda un video que muestra caminando por la selva a un hermoso jaguar. Como a él, el felino me causa admiración y enseguida pienso en sus cualidades naturales, como su silencioso andar, su excelente visión diurna y nocturna, y su agilidad y fuerza para cazar y conseguir su alimento.
Tal vez coincida usted conmigo en la convicción de que las especies animales traen en sus genes muchas de las habilidades y destrezas que les sirven para sobrevivir. Esa transmisión directa mediante los genes determina en gran manera las posibilidades que tiene cada especie para no sólo proteger su vida, sino también para perpetuar su raza.
Creemos que los seres humanos también heredamos genéticamente características de nuestros predecesores que nos sirven para nuestra supervivencia, desarrollo y expansión.
Tras 41 años ejerciendo el oficio periodístico, recuerdo que al salir de la secundaria tenía yo en mente estudiar una de estas dos profesiones: Biología o Educación. Con el tiempo logré estudiar sin dejar de trabajar en el periodismo, y terminé la Licenciatura en Educación Media en la ENSY.
En cuanto a mis dos hijos, nunca les pedí o siquiera sugerí que estudiaran una profesión que a mí me gustara. Ellos tenían el derecho y la obligación de escoger la carrera de su preferencia, para disfrutar el mérito o lamentar el fracaso.
El caso es que, sin que yo les dijera nunca nada al respecto, el mayor escogió estudiar la Licenciatura en Educación en la Uady, y ahora es feliz profesor de Telesecundaria, con una maestría y un par de diplomados por lo menos. El otro es biólogo, lo que también me hubiera gustado ser, y en los poco más de 10 años que ha ejercido su profesión se ha certificado en varias actividades complementarias, como la captura de reptiles –lo que incluye serpientes y cocodrilos– y el buceo con tanque de oxígeno.
La intención de las líneas precedentes no es impresionar a nadie ni presumir nada, sino más bien subrayar que lo primero que hay que hacer para triunfar en algo es proponérselo con firmeza, trabajar sin pausa para conseguirlo y hacer todas las cosas con vocación, optimismo y energía.
Recuerdo que cuando estudiaba el bachillerato, los fines de semana tenía yo que realizar, para recibir una mesada, algunas actividades del campo, y mientras las hacía repetía yo en mi pensamiento que algún día esas pesadas labores serían sólo un recuerdo. ¿Y qué cree? Esas horas de pesados esfuerzos para ganar algunos pesos ya son efectivamente sólo imágenes del pasado, temas para escribir y distraer un poco a pacientes lectores que quizá buscan olvidar, aunque sea un rato, la amplia gama de problemas con que a diario nos obsequian los medios de comunicación.
Que tenga una tranquila y productiva semana.