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En los juegos de la política, los parlamentarios de Gran Bretaña acordaron sugerir a la Reina Isabel II que antes de ser investido como nuevo Príncipe de Gales, su hijo Carlos -heredero del trono- viviera tres meses en ese principado, tanto para conocerlo y ganar la confianza de sus habitantes, como para aprender el galés. Los legisladores sabían muy bien que los galeses tenían aspiraciones independentistas y su pueblo se sentía herido por las acciones que a lo largo de la historia había sufrido de las reinas o reyes británicos.

De carácter sencillo, Carlos no sólo aprendió el galés lo suficientemente bien como para pronunciar en ese idioma su discurso de asunción del principado -eso era lo que querían los galeses, y eso era lo que quería darles el gobierno de Londres-, sino que, además, gracias al contacto con la gente, entendió el dolor histórico, la rebeldía fundamentada y el afán libertario de los galeses, y les dio la razón en su inconformidad contra el dominio del imperio.

Es dramático cuando, en el episodio 6 de la tercera temporada de la serie de Netflix titulada The Crown, Carlos dialoga con su madre, la severa e inflexible Isabel II, y ésta le critica que en su discurso oficial les haya dado la razón a los galeses, pues eso podía minar a la monarquía. El príncipe se enfrenta a su madre y le subraya que para él los galeses merecen respeto porque “tienen un corazón, una personalidad, una mente y una voluntad”, como las tiene él, quien se asemeja a los independentistas porque, como ellos, quiere ser escuchado.

En este breve espacio quisiéramos empezar a plantear un análisis somero del independentismo en el mundo y la posibilidad de que este tipo de movimientos pudieran surgir en México. Desde Escocia, donde ha persistido el anhelo de liberarse del dominio británico, hasta el Tíbet, que en una lucha supuestamente pacífica ha derramado sangre por superar la opresión de China, pasando por los anhelos de Cataluña de sacudirse el mando del reino de España, la inconformidad surge cuando los habitantes se sienten menospreciados, sometidos, burlados y despojados no sólo de las riquezas naturales de su territorio, sino también de su cultura, idioma y costumbres.

El anhelo de libertad y el deseo de que su trabajo sea justamente recompensado, y con ello mejorar su nivel de vida, ha hecho surgir en el mundo movimientos pacíficos o violentos de hombres y mujeres que quieren librarse de quienes ejercen el poder con la idea predominante de enriquecerse ellos mismos, aunque tengan que despojar a grupos étnicos enteros, o pueblos y/o naciones con características culturales y socioeconómicas propias.

Cuando el trabajo duro y tesonero no solamente resulta estéril y sus frutos son arrebatados sin consideración, tarde o temprano han surgido movimientos de rebeldía que, en vez de atenderse, son reprimidos. Seguiremos con el tema en la siguiente ocasión.

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