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En nuestro artículo anterior señalamos cómo Yucatán contribuyó a que el México naciente se mantenga unido, pues al decidir su regreso a la nación sólo si se respetaba el federalismo, otros estados del país que amenazaban con “independizarse” siguieron los pasos de los yucatecos. Ahora hablaremos de un campechano-yucateco que contribuyó de manera notable a la formación del marco legal dentro del cual se movería la República Mexicana.

Si hiciéramos una encuesta, es probable que la mayoría de los yucatecos no sabrían quién fue Manuel Crescencio García Rejón y Alcalá, y quizás algunos dirían que así se llama el aeropuerto de Mérida.

García Rejón y Alcalá nació en Bolonchén, cuando ese poblado pertenecía a Yucatán, y no a Campeche como ahora. En el libro “Capítulos olvidados de la historia de México” se detalla que como diputado federal contribuyó a esclarecer el ambiente político en un país en el que la Constitución consignaba doctrinas tan importantes como el federalismo, que centralizaba la dirección de los negocios públicos sin afectar la soberanía de los gobiernos locales, aunque en la práctica se padecían las sesgadas interpretaciones de los caciques locales.

Eran los años en que ser un político defensor de las causas populares requería ser un verdadero hombre. Cuando Agustín de Iturbide se hizo nombrar emperador de México y luego desintegró el Congreso, envió a la cárcel, entre otros, al orador yucateco, al “joven impertinente” que lo había desafiado proponiendo la independencia de Tabasco respecto a Yucatán, la abolición de la pena de muerte y la supresión de las pensiones a familias que recibían ese privilegio sólo por descender de conquistadores.

En 1841 García Rejón presentó un proyecto de constitución que fue aprobado con ligeros cambios, y en la cual fueron incluidos, gracias a él, preceptos fundamentales como la responsabilidad de los funcionarios públicos, el jurado popular, la libertad de prensa, la supresión de los fueros civiles y militares, y el Juicio de Amparo, que algunos consideran “La ley que protege de la ley”. Él mismo tuvo que defender ese principio, abogando repetidas veces por “la autonomía en la Unión”, es decir, el predominio del federalismo sobre el centralismo.

La citada obra remata el apartado dedicado al legislador peninsular con un párrafo que evidencia su altura de patriota liberal y político honesto: “El ardiente defensor de las garantías individuales, que aspiraba al progreso, la libertad y la unión de todos los mexicanos murió en 1849 en la extrema pobreza”.

Como remate diremos que no somos pocos los que creemos que la enseñanza de la historia sigue teniendo hasta nuestros días el propósito –impulsado por figuras del gobierno central y sus cómplices en provincia– de esconder las cualidades de mexicanos ejemplares y promover las canalladas de pillos completos o de medio pelo.

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