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Pocos yucatecos en la actualidad se imaginarían que las autoridades centrales federales pudiesen intervenir en Yucatán para resolver mediante la fuerza alguna diferencia entre los dos niveles de gobierno. Que se presente esa situación sería muy poco probable, pero no imposible, pues ya la historia consigna ocasiones en las que se ha utilizado la fuerza para imponer decisiones centralistas.

El tema se puso de relieve con la presunta “rebelión” de 10 gobernadores del norte del país, a quienes disgustó la forma en que se distribuyeron los recursos federales para 2021. Hay que aclarar que ninguno de esos mandatarios habló de separarse de la Federación, sino más bien de analizar salirse del actual Pacto Fiscal Federal, presionando para cambiar la forma de distribuir el dinero de nuestros impuestos.

En Yucatán, una de las veces que registra la historia en las que el gobierno central usó la fuerza para imponer su voluntad es el conocido capítulo que protagonizó el gobernador Felipe Carrillo Puerto, quien, como se apunta en el libro “Capítulos olvidados de la historia de México”, “no era un hombre constitucionalista, pero aprovechó el apoyo del general Salvador Alvarado para llevar a la práctica las ideas socialistas”.

Con el tiempo Carranza llegó a desaprobar el socialismo yucateco, y por ello decidió enviar a un general con más de diez batallones para someter a los socialistas. Cuentan que le dijo: “Espero que usted me ayude a acabar con esa pelusa”. La represión fue durísima…

El ambiente era tan tenso que, apuntan los historiadores, “en incendiario discurso que pronunció en 1920 desde el balcón del palacio, Felipe anunció: ‘Si los comerciantes acaparan los víveres y a ustedes les falta pan, pues a ir a las tiendas, demoler las puertas y saquear todas las existencias. Dinamitemos la Cámara de Diputados, exterminemos cuanto antes el Senado y acabemos con la Suprema Corte…”.

Las drásticas exigencias no cristalizaron, pues “cuando estalló la rebelión de Adolfo de la Huerta ante la imposición de Calles como presidente, el coronel delahuertista Juan Ricárdez se apoderó del Palacio de Gobierno. Carrillo Puerto salió de Mérida, pero fue capturado. Lo fusilaron a la entrada del Panteón de la ciudad”.

Por cierto, en febrero de 2019 publicamos en Facebook una reseña del libro “La casta divina por dentro y por fuera”, obra de los esposos Dulce María Sauri Riancho y José Luis Sierra Villarreal, en la que no sólo abordan el entorno adverso al que se enfrentó el Apóstol Rojo, sino que además incluyen una lista de ricos hacendados que financiaron la persecución y fusilamiento de Carrillo Puerto. Uno de los pocos sitios en los que está disponible aún la reseña es:https://www.lavozdemotul.com/2019/02/21/quienes-pagaron-para-que-maten-a-carrillopuerto/?fbclid=IwAR3gWYEhnjepI_rBpTFPtkBgvm3uGHzYgdCIEoJgTRIOyKsI9U_ nBG6pv10

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