|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La noche que lo mataron, el diputado federal campechano-yucateco Serapio Rendón Alcocer asistió a una cena en la cual (como indicamos en nuestra colaboración anterior) varios de sus amigos le advirtieron que el presidente Huerta había ordenado que lo maten, y le insistieron en que se esconda o salga del país para salvarse. Pero el legislador de vehemente oratoria se rehusó, como cuenta el licenciado José R. Castillo.

“Insistí –continúa Castillo– sobre los grandes peligros que lo rodeaban; me apoyé en las súplicas de Zubarán, y al fin logré hacerlo vacilar. Pero inmediatamente (don Serapio) me dijo: “Pero si lo que me pide es imposible. ¿Con qué dinero me voy? ¿Cómo dejar a mi familia sin recursos? Yo soy pobre, y bien pobre, créame usted. Yo no he hecho negocitos, ni chanchullos como tantos otros. Si me ausento de México, mi familia carecerá de todo”. Ésos eran políticos honestos, no las fregaderas de ahora.

En entrevista que le hicimos hace unos días, el exgobernador de Yucatán Patricio Patrón Laviada hizo una declaración que conviene rescatar para que podamos decir por lo menos que no todo está podrido en Dinamarca:

–La peor persona no es un ladrón, ni un asesino: la peor es un político corrupto y ladrón, porque eso permite precisamente que los asesinos puedan andar sueltos, que puedan actuar libremente. Si tuviéramos gobiernos honestos, capaces, preparados, dispuestos a servir, los problemas se irían resolviendo, no de la noche a la mañana, pero se irían resolviendo.

Diversos investigadores y estudiosos de la historia señalan que don Serapio se hizo amigo desde joven del tabasqueño hijo de yucatecos José María Pino Suárez, y por medio de éste estableció también estrecha relación con el presidente Francisco I. Madero González.

Cuando Pino Suárez y Madero fueron asesinados por órdenes de Huerta, Serapio Rendón encabezó junto con Belisario Domínguez a un grupo de legisladores opositores al usurpador, y cada vez que alguno de los dos ocupaba la tribuna del Congreso censuraba al militar, lo señalaban como usurpador y lo culpaban abiertamente de los asesinatos del presidente y el vicepresidente. La reacción de Huerta fue disolver el Congreso, y encargarle a su secretario de Guerra, Aureliano Blanquet, que convenciera a Rendón de unirse al gobierno, a fin de dejar solo a Belisario en el liderazgo del grupo opositor.

Pero el campechano-yucateco no sólo rechazó la “oferta”, sino que además le hizo a Blanquet una fuerte reclamación por el asesinato de Madero y Pino Suárez, calificando al gobierno de Huerta como “un gobierno de militares golpistas y usurpadores que no conocían más honor que el de las armas, traidores a la patria y a la causa revolucionaria”.

Los historiadores afirman que con esa muestra de hombría y de lealtad hacia su amigo Pino Suárez y el presidente Madero, Rendón Alcocer se había ganado la sentencia de muerte (Concluirá).

Lo más leído

skeleton





skeleton